jueves, 21 de julio de 2011

Mil veces demente


Desde su blog, él dona dinero a la banda que produzca el mejor disco independiente del año. Y aunque todo pueda parecer el resultado de un loco atacado por la filantropía, a él eso poco le importa, mientras jura que para disfrutar hay que escuchar y que para escuchar, es necesario investigar. Con ustedes, Mr. E, el regalón del under.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Ilustración de MAP (http://martinprenassi.blogspot.com)

Escondido tras la pantalla de una computadora, año tras año un demente regala dinero. De a mil pesos por vez, él elige entre un pilón de discos editados de manera independiente al mejor del período y, sin más, hace su donación a la producción under. Y mientras hay quienes se pelan las cabezas intentando armar sus quintas en torno a las bandas de rock,  Mr. E, el demente, asegura que lo suyo no es tan raro, que se trata sólo de una cuestión de perspectivas.
“Cuántos tipos dan su tiempo para ayudar a otros, dando afecto, cariño… Lo sorprendente de la movida de Mr. E es que la solidaridad se da en un ámbito donde la colaboración no es habitual. En otros ámbitos, sí lo es; entonces, ésta es una cuestión solidaria mínima frente a lo que hace un montón de otra gente. Yo lo hago con afecto y con amor porque me da placer. Pero sí, para el contexto del rock es una novedad”, señala el hombre que, desde Mar del Plata, se las ingenia para lograr acceder a la música que las bandas editan solitas con su alma: “Cuando viajo a Buenos Aires y a La Plata, aprovecho para comprar discos porque acá no hay ni fútbol ni rock”.
Al parecer, el demente no es sólo ese hombre de voz grave que encabeza la movida de Mr. E. Por lo que él cuenta, se trata de cuatro chiflados que, juntos, se divierten escuchando música y regalando dinero: “Esto es nada más un juego que compartimos con mis hijos adolescentes y con mi mujer”, asegura para luego describir que el suyo es “un proyecto familiar” que se sustenta en la complicidad que los sonidos permiten establecer y que, finalmente, resulta en situaciones expansivas en las que, por ejemplo, el hijo de 17 años termina “bajándoles línea a los amigos, a quienes les lleva discos de bandas independientes”.
Lo cierto es que la de Mr. E es una idea que traslada al rock lo que el Sr. S hace, “aunque con muchos más recursos”, por el teatro independiente de Buenos Aires. “Cuando encontré esta idea del Sr. S, que elige a una compañía y le monta una obra durante el año siguiente, me pareció que era una buena forma de canalizar el agradecimiento que yo siento con los músicos. Estoy agradecido por todo lo que los músicos independientes hacen y ésta es mi manera de manifestarlo”, asegura con voz firme el ideólogo de todo este delirio rock desde una Mar del Plata en la que, seguramente, también está anocheciendo. Todo para luego destacar el respeto que le provocan por los artistas que liberan solitarias batallas para lograr las producciones discográficas.
Ese hombre que año tras año regala mil pesos a un grupo de rockeros, asegura que lo que hace es poco, que lo que realmente quiere es fundar el sello Mr. E Records, desde el cual editar el disco completo de las bandas y “no sólo aportar mil pesos, que no son nada”. Por más demente que sea, el rockero quiere ser parte. Quiere disfrutar con el cuerpo de las guitarras distorsionadas y, sin importar con qué medios, compartir con sus pares esa situación de placer. Así, Mr. E consiguió su propia fórmula, basada en escuchar, agradecer y ayudar: “Ésta es una forma de buscar un espacio que no tengo como oyente, de tomar un protagonismo que, en algún sentido, me permita entrar en el rock independiente por una ventana”.
La llegada de Mr. E a lo que hoy es música independiente es parte de un recorrido que se inició décadas atrás, cuando él era aún un niño y escuchaba por primera vez a los Beatles, que supo hacerse de la inocencia de toda una generación. Y así como hoy Mr. E investiga sobre las bandas que en los grandes medios serían catalogadas como “revelación”,  por aquellos días también debía bucear si lo que quería era escuchar. “No había ni siquiera revistas; si te comprabas una revista importada, te hablaba de discos que iban a llegar al país un año más tarde. Tenías que ser un verdadero cultor porque si no era aburridísimo, te tenías que mover como loco para averiguar qué estaba pasando en el rock”, recuerda para luego describir entre risas una anécdota a la que categoriza como paradigmática de la época: “Me gustaba mucho el AC/DC de Bon Scott, el primer cantante. Cuando salió Back in Black, lo compramos importado con unos amigos e inmediatamente fuimos a la casa de uno de ellos a escucharlo. Nos sentamos, lo pusimos y nos dimos cuenta que la voz era de otro tipo. No entendíamos nada. Tardamos meses en saber que Scott había muerto”.
Años más tarde, los días de estudiante en La Plata, juntaron un cúmulo de nuevas experiencias, aunque, por aquellos días, el rock platense era apenas “una movida muy pequeñita, opacada por lo que por entonces era rock independiente en Buenos Aires, que era como la segunda línea de las compañías discográficas de la que, por ejemplo, formaba parte Don Cornelio y la Zona”. Sin embargo, aunque la escena local haya sido apenas incipiente, Mr. E recuerda muy bien las presentaciones de Topografía Difusa: “El Cabe Mallo era un tipo que tenía unas bolas bárbaras. En ese momento, la Argentina recién empezaba a retomar el hilo de la libertad, acababa de volver la democracia, y no era fácil salir como lo hacía el Cabe. Los que éramos jóvenes, no teníamos la cultura de ser libres. Queríamos ser libres pero nos daba mucha vergüenza. Al Cabe, no”.
 medallas colgadas que valen mucho”, dice con amabilidad el hombre cuyo nombre y apellido es un misterio, y continúa: “Vi a Sumo varias veces, vi a The Police, a V8. Por aquel entonces, V8 no era un mito, era una banda que estaba en el candelero, era como ver a cualquier banda independiente hoy. Éramos parte de un mito que no sabíamos que iba a ser. Así, también, a Soda Stereo la vi en una disco marplatense junto a otros cien tipos. Ni de cerca íbamos a pensar que iban a llegar adonde llegaron”. Aunque la lista de shows en vivo sea sumamente interesante, Mr. E jura que la mejor experiencia llegó recientemente, cuando en octubre pasado los Pixies pisaron el Luna Park: “Fui al recital con mi hijo. Cuando salieron al escenario, yo estaba ahí con él y sentí que se cerraba un círculo entre mi fanatismo por la música y mi hijo que me acompaña en este gusto. Entonces, empecé a llorar como loco. Fue genial”.
Como rockero de buena ley, a Mr. E la música le ocupa la mayor cantidad posible de horas de su día, adueñándose de la sonorización de la cotidianidad. “Sin embargo, siempre siento que me estoy quedando afuera de un montón de cosas porque ahora hay mucho. Un escritor dijo: Por cada libro que leo, me angustia pensar que es otro libro que no leo”, cita para luego reírse y asegurar que lo suyo es pura satisfacción. Entonces sí, por fin, reconoce ser un demente al que poco le importa serlo.


De Garage – Julio de 2011
(siempre es mejor la versión en papel)

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Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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