lunes, 28 de junio de 2010

Esa extraña y eléctrica fiesta


Cumplimos 6 años y esta vez si nos decidimos. Hicimos una fiesta para festejar como corresponde. Lo que quedó de una noche con todo...
la cuenta: Caro Sánchez Iturbe
la muestra: Emilia Bianchi (http://suboescalerasarriba.blogspot.com/)

Durante el festejo del 6º aniversario de la revista, el Centro Cultural Favero se pobló de hermosos perdedores heterogéneos, dispuestos a dejar de estar dispersos por la ciudad a fuerza de convertir a la noche en su noche.

Los extraños invaden la calle. Sin siquiera conocer los nombres de los demás, aunque manteniendo registro de varios rostros familiares después de un sinnúmero de madrugadas eléctricas, eligen reunirse y festejar en el Centro Cultural Favero, un lugar común para todos ellos, una de esas covachas que, quién sabe porqué, siempre da la sensación de estar como en casa. Es que haber logrado que durante seis años alguien mirara a esos extraños desperdigados y reconociera su valor celebrando sus diferencias, no es moco de pavo.
Mientras Ciudad Bajo la Niebla suena a un volumen que obliga a apretar las muelas, el festejo todavía viene calmo. Apenas hace unos minutos que el calendario marca la llegada del tercer sábado de mayo y, como es costumbre, varios extraños esperan a que pasen un par de horas para reencontrarse en el Favero. Los puntuales, mientras, se mueven con tranquilidad, aprovechando la excusa para, empuñando algún que otro brebaje, aliarse con viejos conocidos y mantener algo más que una charla de ascensor.
Para cuando El Perrodiablo se dispone a explotar en los sorprendidos cerebros de los extraños, la cosa ya está caldeada. En la parte trasera de la casa antigua, tuneada con luces para la ocasión, docenas de cuerpos se amontonan dispuestos a protagonizar el costado electro/experimental de la velada, de la mano de artistas como Chico Ninguno, Ale Gamba y Mario Rustom. Por su parte, el hall empieza a parecer más chico de lo que realmente es y en él no sólo confluyen los raros peinados nuevos y viejos, sino que también las voces comienzan a entremezclarse con las melodías que ejecutan los músicos. Mientras tanto, desde un costado del escenario de la sala central, Doma se revuelca por el piso, para un microsegundo después dar saltos y caminar sobre la cabeza de sus compañeros, que liberan a sacudones las descargas eléctricas que los invaden. En semicírculo, los extraños observan absortos la escena, recibiendo con el pecho cada uno de los impulsos energéticos de la banda.

Santi Casiasesino y su guitarra compensan, desde la parte de atrás del Favero, los enviones demoledores de El Perrodiablo. Aunque hasta hace poco se sacudían con el sonido digitalizado de la electrónica, los cuerpos reciben con agrado la llegada del recreo del movimiento. Sumergiéndose en la marea de gente, y ya con la remera calzada, Doma camina con un té en la mano, como si él no fuese el hombre que unos minutos atrás gritaba en cueros.
Frente a un flash, dos chicas intentan perpetuarse. Detrás de ellas, otro flash ilumina al corpiño calado y negro de La Marica Mala, que sonríe mostrando hasta la campanilla. Anteojos de sol protegen de las luces azules a los extraños, mientras algunas ilustraciones los miran fijo desde la pared. Lejos, pero no tanto, sobre una mesa se ofrecen discos independientes a precios promocionales. El combo conviene y más de uno se muestra triunfante con dos álbumes a 30 pesos bajo el brazo.
La fiesta no para. Aún en las antesalas de los shows, la gente se mueve, da breves chillidos y ríe. Todo para después retomar la charla con alguno de los espectadores, muchos de los que también son artistas. Las vueltas en círculo por el lugar se suceden, como si nadie quisiera dejar de ser parte de ni siquiera el más mínimo detalle. Pero justo al lado de la baranda del hall de entrada, que tiene la función de evitar que los invitados se apropien del subsuelo sin funcionamiento del Favero, está el aleph de la celebración, ese punto del espacio en el que es posible escuchar con claridad las músicas que se ofrecen en los dos escenarios y mirar pasar a los diversos extraños que, gozosos, le dan cuerpo a la noche. Una noche, la propia, en la que los hermosos perdedores toman la esquina de 117 y 40 y dejan de estar dispersos por la ciudad.

Condición Extraños - Nº 25, Junio de 2010
(siempre es mejor la versión en papel)

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Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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