sábado, 26 de septiembre de 2009

La Secta: “La idea es romper el lugar del espectador, establecer contacto directo”


La música y el teatro conviven en el cuerpo de esta agrupación platense que hace una quincena de años realiza presentaciones performáticas y lúdicas con el objetivo de llevar la interacción con el público a la cúspide. En esa búsqueda, los espectadores toman, aunque sea de a ratos, las riendas del show. “Buscamos que cada uno se agarre de lo que quiera y dé lugar a lecturas completamente diferentes”, explican.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (
http://www.flickr.com/danpeople)

La Plata, septiembre 25 (Agencia NAN-2009).- “¡Yo tengo el picaporte!”. Marcos Scafaroni grita mientras ilumina con una linterna los rostros de cinco personas. Casi sin dar tiempo a pensar, Alejandro Arecha las conduce hasta una puerta y les pide que extiendan los brazos a través de una ventana, mientras les advierte que no deben mirar. Cincuenta dedos recorren texturas y sus dueños procuran recordar que se trata de un juego, que nada malo les ocurrirá. Lejos de cualquier banda de rock tradicional, La Secta, que ya lleva 15 años de trayectoria, establece representaciones que fusionan música y teatro, en las que los sentidos cobran protagonismo y las transforman en una experiencia única: las escenas transcurren sin prisa pero sin pausa, creando miles de imágenes posibles en las cabezas del público.
“El concepto de banda de rock nunca nos pegó porque nacimos como otra cosa. Al principio, fue natural trabajar con recursos teatrales”, asegura Gastón Cingolani, el cantante de la banda, mezcla de anfibio infrahumano en el escenario y persona más que clásica durante la entrevista, que arranca cuando Agencia NAN le pregunta por la mixtura que la agrupación realiza en cada uno de sus espectáculos. Marcos, el encargado de las líneas más graves desde su bajo de cinco cuerdas, reafirma lo dicho por su compañero. “Lo actoral es fundamental y fundacional en el concepto de La Secta. Cuando empezamos a tocar, la idea era que fuéramos personajes. Es decir, que el grupo fuera un rompecotidiano para nosotros”. No se trata meramente de un conjunto teatral: el eje está puesto en la construcción de una especie de micro clima tan ambiguo que adquiere diferentes interpretaciones de sus espectadores.
Es el plano musical el que ocupa un lugar privilegiado en La Secta. Con un sonido que sienta posición entre el rock industrial y la electrónica, Marcos asegura que esa indefinición “organica y amorfa” fue la que los ayudó a encontrar un lenguaje propio. Ulises Cremonte, dueño de las programaciones en la banda, manifiesta que la música hizo “lucir” más las actuaciones, pero también viceversa. “Cuando afianzas cierto nivel musical y tocás uniformemente, se empieza a apreciar más lo otro”, asegura. “Nunca quisimos tener un lenguaje teatral ni un lenguaje musical, quisimos tener un lenguaje propio. Nos llevó muchos años de rompernos la cabeza para no quedar en lo representativo y tampoco en lo musical”, explica con convencimiento Marcos, para luego definir que ellos no son más que personajes “provocando cosas a través de la música, de la imagen y de la actuación, con el fin de crear una fantasía conceptual”.
Otra vez, como ganado arreado, los cuerpos son conducidos hasta un dormitorio a oscuras. En un rincón, un hombre está recostado mientras a su lado suena desde una radio la voz de una gallega. Parece hablar de esoterismo. “¡Yo tengo el picaporte!”. Scafaroni vuelve a gritar y, entre risas, encierra a parte del público en la habitación. Minutos después, y sin chances de resistirse, las personas acarician los brazos de Ulises Cremonte, mientras Gastón Cingolani, con los ojos pintados de negro, las induce a hacerlo diciéndoles: “Le gusta que lo toquen. Tóquenlo”. Obediencia.
Aunque muchas de las recreaciones que realiza La Secta puedan parecer ligadas a la estética y al lenguaje del sadismo y la violencia, ellos aseguran que el trabajo de la banda consiste en crear ambigüedad para que “cada uno se agarre de lo que quiera y dé lugar a lecturas completamente diferentes”. Es que quienes conforman la banda juran que uno de los grandes objetivos que tienen es crear complicidad con el espectador. “Todos tienen el poder: lo que suceda en el show es responsabilidad mía y también tuya”, sostiene Marcos, como si se tratase de una ley.
Una pareja de completos desconocidos es conducida al escenario. Ante los ojos de decenas de curiosos se abrazan, mientras Ulises los obliga, con movimientos sutiles, a acercarse cada vez más. Otro par de personas, elegido al azar, rocía a esos dos seres que, nerviosos, interpretan una escena romántica. El juego de La Secta es inclusivo. Todos los que asisten forman parte de una ceremonia en la que su participación es clave para la construcción de los mensajes. “La idea es romper el lugar del espectador, establecer contacto directo”, sostiene Marcos. Gastón añade que la ruptura del espacio está ligada a la posibilidad de “tocarse con los demás y hacer que se toquen entre ellos”. Las sensaciones se generan a partir de lo que parece poco habitual, “porque la gente está muy cómoda en la trinchera de espectador”, afirma. Son las reacciones del público las que determinan el curso de la performance. Eso es precisamente a lo que Gastón se refiere cuando dice que un recital de ellos es como “caminar por la cornisa”.
Atado con sogas que rodean su cuerpo y le limitan los movimientos, Gastón se dirige hacia su público. Se acerca, sin dejar jamás de hacer fuerza, hasta las piernas, los torsos y los rostros que lo observan con asombro. Cingolani huele a la gente, para después mirarla de frente, creando incomodidad, dejándola expuesta frente a decenas de personas. “Todos miramos a la gente a la cara, todos buscamos personalizar todo el tiempo”, señala Marcos. Recostado en un sillón, Ulises lo acompaña y explica que desde los inicios de la banda está presente “una necesidad fuerte de interactuar con la gente de una manera muy cercana”.
Gastón grita y se retuerce, mientras Ulises lo frota, acariciándole la cabeza y rozando su cuerpo. La voz de Cingolani repite sucesivamente: “Te aprieto mucho. Te empleo mucho. Te asfixio mucho”. La sucesión de imágenes en los recitales de La Secta se realiza a partir de pocos materiales: luces de colores, broches de ropa, papel filme, o simplemente hielos, toman protagonismo para, a la par de los movimientos de los músicos/actores, establecer lugares de representación. A eso se refiere Marcos cuando sostiene que la banda, luego de tantos años de trabajo, logró despojarse de gran parte de la utilería para que “el recurso seamos nosotros y no el artefacto o el efecto”.
Ningún espectáculo de La Secta es igual al anterior. Muta de la mano del público y va tomando formas diversas. Lo único que se plantean los músicos como menester antes de salir al escenario es el deseo de establecer “un punto de tensión” en el que la gente se comprometa con lo que está ocurriendo en escena. “En los shows de La Secta hay silencio, sólo se escucha la carcajada de una o el grito de otro, pero todos están mirando a la banda. Sentís que el aire no circula, que todo queda clavado”. Gastón baila como un robot completando la escena con linternas, mientras canta: “Suave, deslizante, ave resbalosa en el cielo”. Debajo del escenario, la gente sigue la coreografía, al tiempo que grita extasiada: “¡El volador, el volador!”, que es el estribillo de la canción que el cantante entona. Hacia el final del recital, después de vencer al prejuicio solapado en temor y de haber experimentado un sinfín de sensaciones, una de las mayores profecías de Marcos, como en cada show, se cumple al pie de la letra: “Acá, van a morir”.

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jueves, 24 de septiembre de 2009

Inocencia


Como niños, explorar un mundo en el que los miedos visten sábanas blancas y son ahuyentados con sólo cerrar los ojos. Después, simplemente, bailar al son de la risa...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Proyección 09 en el Centro Cultural Islas Malvinas


El multidisciplinario espacio platense fue una gigantesca olla que, al calor del pasado sábado, hirvió a fuego lento un heterogéneo conglomerado de obras plásticas, musicales, audiovisuales y escénicas, producidas por algunos de los grupos más representativos del arte joven platense.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

La Plata, septiembre 1º (Agencia NAN-2009).- Las uniones suceden de modo extraño. Generalmente, cuando nadie apuesta a que entes en apariencia absolutamente disímiles puedan congregarse, ellos solos, en un acto casi anárquico, se encuentran, se miran de frente y, finalmente, se abrazan. Eso es exactamente lo que sucede cuando durante la tarde del sábado las obras se trepan a las paredes del Centro Cultural Islas Malvinas de La Plata para apropiarse de ellas y demostrar que la diversidad cultural es un hecho para ser celebrado en convivencia.
El verano prematuro anticipa que la jornada maratónica que propone Radio Universidad para exponer el trabajo de algunos de los artistas platenses será beneficiosa. Desde las 16, decenas de personas se acercan hasta la plaza Islas Malvinas, sobre la que se montó un Centro Cultural que, por sus amplios espacios abiertos, invita a distenderse. En la entrada del lugar, una cortina de plástico anuncia: “Figurones dice abajo el subte, arriba el colectivo”, anticipando el espíritu de la muestra en la que diversos grupos artísticos exhibirán su trabajo ante una multitud de ojos inquietos. Y ése espíritu es que la producción no sea unipersonal, sino que se congregue con otras creaciones. Ése es su destino.
Dentro de la sala, el calor va en ascenso de la mano de las luces que iluminan a las obras y el calor humano que provocan los cuerpos que se mueven constantemente. Los trabajos de los artistas se exhiben uno junto al otro y, a pesar de las diferencias sustanciales que presentan entre sí, no desentonan. Las fotografías trabajadas en colores tierra y enmarcadas por frases impresas en papeles reciclados de Un Kibutz y Tocate Mil se codean con los libros y postales multicolor --que remiten a los juegos infantiles llevados a cabo por niños y adultos-- de La Grieta. Junto a ellos, la numerosa producción discográfica independiente de la que La Plata se enorgullece, se muestra apretujada sobre una mesa. Mientras a pocos metros y a través de colores estridentes y de la constante rememoración a personajes populares televisivos, los Corazones de Bullys señalan a su presa apelando a la invasión masiva del espacio.
Abriéndose paso entre fotografías, dibujos, poesías y libros, los músicos Bullys se ubican casi a los codazos en un pequeño rincón. La música suena y, lejos de los rituales típicos de cualquier recital, cumple la función de llenar el poco espacio que quedó vacío. La gente entra y sale de la sala constantemente, en busca de alguna brisa que, materializada en mates, gaseosas o cervezas, apacigüe la humedad pegajosa que la envuelve.
Cerca de las 18, cuando el sol empieza a bajar y los cuerpos se atreven a participar un poco más, Chico Ninguno se para frente al micrófono. La Marica Mala Programada para el Mal, como de costumbre, le cuida las espaldas acompañada por una laptop que arroja pistas sobre las cuales el solista de figura desgarbada puede cantar. Contrariamente a los shows habituales del artista de los Corazones de Bullys, no hay lugar a bailes desenfrenados. La gente escucha, sentada en el suelo, una selección de canciones más cercanas al lado introspectivo del cantante. Poco después, Chico Ninguno saluda anticipando que llegará Tocate Mil con su troupe de cantautores.
Una guitarra y su voz es todo lo que Laura Citarella utiliza para crear un ambiente encantador, en el que la dulzura empieza a tomar protagonismo mientras Lali Varveri, con los pies descalzos, se anima a pintar un cuadro en vivo. Mientras la noche cae lentamente y los rojos y verdes impregnan la tela de Varveri, la sensación de que algo diferente está sucediendo en la escena artística se hace evidente. Lautaro Barceló se ubica en el improvisado escenario para interpretar canciones reflexivas que, de a ratos, permiten pequeños guiños lúdicos dirigidos directamente a su público.
Sin lugar a tropiezos o demoras, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete se presenta con percusión cortando el ambiente unipersonal que hasta entonces rondaba por el Islas Malvinas. La interacción entre los artistas llega, mientras las canciones creadas casi frenéticamente por Ramiro, el responsable del proyecto, se suceden una tras otra dándole continuidad al ambiente de intimista que Tocate Mil propone.
Al paso presuroso de los artistas por el escenario lo acompaña el constante recambio de público. Son pocos los que se sientan a observar a todos los músicos y, por el contrario, la mayoría prefiere ser parte del juego que el evento propone: apropiarse de los rincones del centro cultural para congregarse con otros seres disímiles.
Sebastián Lino, Pablo Nardo y Sebastián Coronel son los encargados de cerrar la primera etapa del evento. Todo junto al cuadro que Varveri, claro, logra terminar de pintar en dos horas, durante las cuales Tocate Mil despliega todo su armamento para apoderarse de los corazones heridos que ronden por el lugar.
El patio interno del centro cultural se puebla de seres que esperan la llegada del rock de la mano de tres bandas que se presentarán después de un día interminable. En la puerta del lugar, el grupo Freak despide a quienes deciden dar fin a la maratón con imágenes de colores estridentes proyectadas sobre una pared blanca. Desde un parlante se escucha al cantante de Juana La Loca advirtiendo “este es el camino donde todos buscan algo, yo soy mi destino porque creo en lo que hago”, como un final perfecto para una tarde en la que, a la par de la convivencia, fue posible creer que quizás lo mejor de la liberación llegó.

Figurones: http://figublog.blogspot.com/
Un Kibutz: http://unkibutz.blogspot.com/
Tocate Mil: http://tocatemil.blogspot.com/
Grupo La Grieta: http://www.lagrieta.org.ar/
Corazones de Bullys: http://www.corazonesdebully.com.ar/
Grupo Freak:
www.cinefreakshow.com.ar

Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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