viernes, 6 de marzo de 2009

Grupo Escombros: “El arte es la posibilidad de expandir la conciencia colectiva”


En 1988, como producto de la caída de una dictadura militar que secuestró, torturó y asesinó a varios de sus amigos y compañeros, cinco artistas y periodistas platenses formaron el Grupo Escombros, un colectivo unificado por el concepto del arte como herramienta de crítica y denuncia social, y encaminado por una premisa clara: “Cuando la obra de arte expresa la realidad de una sociedad, no hay indiferencia posible”. El grupo ya cumplió la mayoría de edad, entre intervenciones callejeras y participaciones culturales, y aunque consideren que el cambio es ahora más difícil, siguen luchando, casi a sus 60 años, por acercar la creación artística a las calles. Hasta que un día, “cuando todo mejore”, puedan dejar de llamarse Escombros y, simplemente, ser almas libres como todas las demás, en una democracia real y no “ficticia”.

Por Carolina Sánchez Iturbe desde La Plata
Fotografía de Daniel Ayala para Agencia NAN (http://www.flickr.com/photos/danpeople)

La Plata, marzo 5 (Agencia NAN-2009).‑ Luis Pazos camina encorvado, como si cargara en sus espaldas el peso de las cosas. De cuerpo pequeño y paso lento, exhibe una sonrisa plena mientras entra, silenciosamente, en una de las grisáceas oficinas de la redacción del diario El Día. Esa sonrisa se vuelve carta de presentación durante buena parte de la entrevista y sólo se interrumpe cuando el recuerdo de la última dictadura regresa a su memoria. “¿En qué puedo ayudar?”, es lo primero que pregunta. Y después sobreviene el silencio. En la diagonal 80 de La Plata, a pesar de estar muy cerca del bullicio de la estación de trenes, los autos parecen detenerse; el sonido del reggaetón que disparan los parlantes de las casas de música por fin se calla y en esa redacción ya no suena teléfono alguno. Entonces, Luis invita a avanzar, propone iniciar el recorrido y, finalmente, promete pureza. Es la mirada del artista la que espera la seguidilla de preguntas, la que invita a la charla sincera.
Luis Pazos es poeta y periodista y, por lo tanto, el encargado de escribir los textos que acompañan a las obras de arte de Escombros, un grupo de artistas platenses provenientes de diferentes disciplinas que se popularizó luego de realizar muestras callejeras cargadas de ironía. Según él, el surgimiento del colectivo artístico, en 1988, fue producto de una catarsis provocada tras la caída de la última dictadura en Argentina, esos oscuros años que se encargaron de torturar, desaparecer y asesinar a varios de sus amigos.
El por qué de Escombros quedó claro desde la génesis del grupo: su arte estaría destinado a criticar, a provocar la reflexión. Es que para el poeta platense, “el arte es la posibilidad de expandir la conciencia colectiva”, por lo que “toda obra de arte debe reflejar la realidad social que se está viviendo en el lugar donde se desarrolla, desde una actitud crítica”. Esta concepción formó parte de una estrategia, además de ser una declaración de principios. “Es que cuando la obra de arte expresa la realidad que vive la sociedad en la que se desarrolla, no hay indiferencia posible”, sentencia Pazos.
Llegó la primera muestra, montada bajo la autopista en Paseo Colón y Cochabamba, San Telmo, en la que fotografías tomadas por ellos recrearon la persecución a la que fueron sometidos durante la dictadura. En las exposiciones que siguieron, la pobreza, la desigualdad, el hambre y la corrupción fueron los temas que se erigieron como espina dorsal. Cuando nadie se atrevía a señalar las carencias que la naciente democracia mostraba, Horacio D'Alessandro, David Edward, Luis Pazos, Héctor Puppo y Juan Carlos Romero -los por entonces integrantes del grupo- se reunieron y decidieron que era momento de ir un poco más allá y hablar de lo que veían: “Decidimos correr el riesgo de parecer antidemocráticos porque estábamos cuestionando la democracia. Pero llegamos a coincidir en que ésa no era una democracia real, sino una retórica y que era necesario cuestionarla para que se desprendiera de su máscara”, recuerda.
Durante sus primeros tiempos, otra de las decisiones que tomó el grupo fue que su lugar de intervención fuera la calle. Las plazas, las cavas y los recovecos debajo de una autopista harían de salas en las que sus murales, instalaciones, objetos y poemas serían exhibidos. “Decidimos ir a la calle para llegar a la gente que no tiene nada que ver con el arte, al nuevo espectador, al transeúnte. La calle te obliga a ser efímero porque el arte en la calle es fugaz”. Así, la creación de obras efímeras fue otra de las elecciones de estos hombres que, muy cerca de los 60 años, siguen siendo parte de la vanguardia artística de La Plata.
La idea de lo transitorio, dice Luis, vino acompañada del deseo de resignificar el espacio público. Al periodista le divierte pensar en la destrucción de lo material. Contrariamente a lo que podría suponerse -a la concepción de la obra como creación/hija del artista-, Pazos sonríe con aire de satisfacción cuando habla del tema y regresa esa mirada brillosa, profunda, que juguetea al ritmo de sus palabras. Lo perecedero no sólo sucede porque la naturaleza actúa rápidamente. El poeta explica que su razón de ser está en una eternidad que no existe, que es puro reflejo. “Unamuno diría que tenemos un sentimiento trágico de la vida”.
Ése sentido trágico, o quizás realista, se plasma cuando la mirada de Luis, algo resignada, afirma que hoy no hay posibilidad de cambio. Que a pesar de sus deseos, y los de todo el grupo, no hay posibilidad de cambio. “Hubo un arreglo con los chicos, nos dijimos que cuando todo mejorara, el grupo no se llamaría más Escombros. No pudimos hacerlo”. Esa quietud del estado de cosas es la misma que podría representarse en una obra que se llamaría “Lo roto boludo”. Es que para Pazos estamos dañados. “Mientras haya pobreza, desnutrición infantil, educación a la deriva, hospitales colapsados, algo está roto”.
La misma ruptura es la que el poeta siente en las artes plásticas, que se volcaron hacia lo abstracto, dejando de lado la concepción social “que en algún momento pareció tener”. Todo se explica porque “los galeristas no tienen ganas de arriesgarse y el público tampoco”. Y esto repercute en la producción artística. Para este hombre de cuerpo pequeño, parece tratarse de una ecuación simple: la preocupación generalizada por el valor que tendrá la obra de arte en el futuro es la que manda. Asegura que si un galerista presenta un Berni, sabe que cotizará; certeza que se desdibuja con los panes rodeados de alambres de púa oxidados que exhibió Escombros.
A pesar de ese deseo de “cotización del arte”, a Escombros no le fue mal en los museos. De hecho, el reconocimiento oficial les llegó luego de que montaron una muestra en la galería Arcimboldo, en Capital Federal. Todavía persisten en Luis las dudas acerca de si esa experiencia fue buena para su arte. “Me acuerdo de una charla que dio un grupo de izquierda, a la que asistí, y en la que la crítica se refirió a nosotros como un tigre con los dientes desafilados”. A pesar de que no le agrada el resultado de aquel reconocimiento, Pazos recuerda la experiencia con una sonrisa. Quizás eso se deba al contraste que esa condena produce cuando es relatada segundos después de que Luis no dude en afirmar que tiene una actitud anarquista hacia la democracia, pensamiento relacionado con la idea sobre el sufragio: “Un voto es un cheque en blanco y los representantes que Argentina tiene hoy no merecen un cheque en blanco”, equipara y fundamenta.
Ese anarquismo se traduce en las producciones del grupo, que no son firmadas individualmente porque “son el producto de lo colectivo”. “En las obras de Escombros se cocina un mundillo donde alguien tira una propuesta y así empieza a evolucionar”. Como sucedió con la serie Objeto inaccesible, en la que diez panes fueron intervenidos con alambres, sogas, aerosoles y telas; y que surgió luego de que Luis rescató un graffiti del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, que aseguraba que “el hambre es un crimen”.
Todo responde a una misma lógica. Escombros -al igual que este poeta y periodista que jura ser muchos hombres-, es un acopio de ideas, de concepciones acerca de la sociedad, la política y, por supuesto, el arte. Según Pazos, esa lógica define a la obra del grupo: “Escombros son metáforas visuales” que se construyen sostenidas no sólo en la representación plástica de aquello que desean contar, sino también en los textos que completan al trabajo. Ese valor que tiene la palabra en Escombros “es voluntario” porque lo de ellos es el arte conceptual, donde “la forma está al servicio del contenido y toda obra de arte, sea la que sea, tiene que encerrar un concepto”. La retroalimentación de contenido-obra se motoriza a través del rol que, para Pazos, cumple el arte en la sociedad: “Debe señalar, plantear el problema, ser una manera de intervenir y, además, puede llegar a modificar conciencias, aunque no masivamente”.
Pazos no se agota en la hora y media de entrevista. Por el contrario, sus manos rugosas acarician la mesa y su mirada no duda en invitar a que el juego continúe, mientras asegura que está dispuesto a hablar de sus aciertos y errores por igual. Por último, se responsabiliza por lo que considera una obligación: pedir que nadie se rinda. Entonces, otra vez, llega esa sonrisa prometedora. La misma que clausura todo posible guiño de falta de autenticidad en su relato.


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