jueves, 31 de diciembre de 2009

Y seré la misma, pero he viajado (*)


Imposible imaginar un mejor final. La felicidad acompaña desde hace rato y, sin embargo, nunca deja de ser sorpresa.
Imposible imaginar un mejor principio. Las sonrisas amigas abundan, se hacen carne y no regatean su fidelidad; incluso las más nuevas, incluso desde la distancia.
La vieja casa alberga la calidez que alguna vez logró transformarla en hogar. Y un padre exhibe la inmensidad de su alma y abraza, aunque para ello no utilice sus extremidades.
Mientras tanto, extrañarlo a él, con la certeza de que pronto sus besos serán cercanos, es un placer maravilloso que se asienta en la convicción de estar en el lugar indicado (y ante el ser indicado).
Estoy desnuda y no puedo imaginar un mejor final. Tampoco un mejor principio. Este sí es tiempo de celebración.

(*) parte de “SeresTar” de Monoaural.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Oscar Gallichio y la tarjeta revolucionaria


También se lo conoce como Zam-bha a este hombre de pelo y barba blanca que, lejos de ese gordo que viste de rojo y ríe con la “O” que todo lo acapara por estos días, no reparte regalos a los niños más privilegiados del mundo. Desde un sector de Plaza Italia, en La Plata, este canoso intenta “hacer la revolución con la “Hippie Card”, una tarjeta de crédito intangible que creó a modo de metodología para acercar a la gente a la lectura, intercambiando libros “por lo que se pueda”. “Hay quienes dicen que esto es una utopía, pero si hay alguien que se prende en la historia, ya deja de ser una utopía y se convierte en una realidad”, sintetiza en diálogo con Agencia NAN.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (www.flickr.com/danpeople)

La Plata, diciembre 30 (Agencia NAN-2009).- Creer en el otro. Entregarle, con los ojos vendados y sin pedir nada, el único bien preciado, el medio de vida. Y creer. De eso se trata la revolución para Oscar Néstor Gallichio, el hombre que cada fin de semana se acomoda en un puesto de la feria de Plaza Italia en La Plata junto a un centenar de libros que ofrece a los visitantes a cambio de “lo que se pueda”. Con una historia ligada al hippismo, que lo ubica como participante activo en la fundación de una de las primeras fraternidades --la comunidad de Los Hornos “La Casa del Sol”--, Oscar continúa riéndose del “sistema”. De ese al que esquiva hace ya muchos años; por el que más de una vez se sintió aprisionado; el que tuvo el tupé de intentar convencerlo de que no existe otro camino que el Capitalismo. Frente a eso, Oscar, que también se hace llamar Zam-bha, creó la Hippie Card: una paradoja que se traduce en una tarjeta de crédito intangible a través de la que centenares de personas pueden adquirir ejemplares de libros preciados sin pagar un centavo y con el único compromiso, aunque de palabra, de retribuir la gentileza cuando sea posible. El objetivo principal: “No traicionar al espíritu libertario de la feria”, ni el de uno mismo.
“Hay quienes dicen que esto que hago es una utopía. Yo digo que es una utopía si no me ayudan; si hay alguien que se prende en la historia, deja de ser una utopía y se convierte en una realidad”, afirma Oscar, de cabellos y barba cana. Lejos de permitirse ser persuadido por los pronósticos pesimistas que a cada rato le juran que la sociedad está yéndose al tacho, no teme demostrar la conmoción que le provoca cuando algún potencial cliente alienado y “de mirada opaca” se emociona ante su propuesta y no sólo la valora, sino que también aporta su granito de arena para solventarla. Así, no es raro presenciar en su puesto escenas en las que hombres y mujeres, “en tiempos de sálvese quien pueda”, no sólo pagan el monto correspondiente del libro que se llevarán a sus hogares, si no que además dejan dinero extra para ayudar a “paliar los gastos que provoque algún prestamista deudor”.
Con 61 años que no aparenta, y más de 40 de trabajo en las ferias, Oscar dedicó sus días a buscar un modo de vida alternativo. Al principio, y “con el deslumbramiento del hippismo de los ‘70”, el deseo de reconectarse con la naturaleza y revertir el desamor lo motivaron a emprender un camino que lo acercara “más a las fuentes”, y que lo llevó a incursionar en las artesanías de todo tipo. Después, con muchos de aquellos ideales en pie a pesar de las embestidas del paso del tiempo, y con un caudal de experiencias que incluyen viajes, naufragios y retiros a lugares deshabitados, Zam-bha encontró en la plaza su espacio de trabajo, “un ámbito público donde se dan encuentros y en el que históricamente se iniciaron las grandes manifestaciones culturales”. Allí, se convierte en librero.
Convencido de que la transformación social es posible y de que él es uno de los elementos necesarios para llevarla a cabo, Oscar asegura sin titubeos estar colaborando en “hacer la revolución” porque “la idea de tener confianza en un universo que tiende cada vez más a encerrarse en uno y a crear desconfianza en el otro. Este es el sistema del ‘divide y reinarás’” es, al menos, reaccionaria.
Sin caer en la ingenuidad, Oscar jura ser conciente de que su idea de “pagame cuándo y cómo puedas, aunque se trate de mi única fuente de ingresos” es, por momentos, “como una ruletita con muchas balas adentro”. “Vivimos en una cultura que es complicada”, concluye. Sin embargo, y para evitar pesares, Zam-bha explica que su proyecto se sustenta en su mala memoria: “Vos te llevás algo del puesto y en el mismo momento en que te vas, me olvido de vos, me olvido de lo que te llevaste, de lo que me debés. En caso de que vuelvas, mi gozo y mi alegría son dobles porque me viene bien lo que me traigas y porque venciste la tentación de no venir, que debe ser grande”, revela, orgulloso.
A pesar de que el intercambio desinteresado que establece en torno a su negocio lo obliga a tener hábitos sumamente modestos, el creador de la Hippie Card se siente feliz de ello, mientras asevera ser un hombre afortunado que está rodeado de buenos amigos y que logra despertar “un nivel de solidaridad que, aunque a veces no sea mensurable, ayuda a vivir y a hacer la vida más placentera”. Haciéndose eco de esa solidaridad acerca de la que habla con placer, Zam-bha no sólo regala libros a algunas escuelas del interior, sino que además ahora se sumó a la tarea de armar una biblioteca que funcionará en las Sierras de Córdoba “para los hippies y los locos de allá”. A pesar de que luego de conocer una de sus máximas --“que el dinero no sea impedimento para que el que no tiene acceda al libro”--, el Estado aplaudió la labor que cumple Gallichio como promotor de cultura, él sabe que ese reconocimiento ausente es lo mismo que el vacío. “El Estado se maneja con una retórica sin compromisos, en la que a pesar de haber declarado a mi trabajo de interés municipal y de haberlo auspiciado por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia, no me dieron ni un plástico para taparme cuando llueve”, remata, en una especie de denuncia a medias. Aprovecha la reflexión y la suma a sus otras razones por las que “las cosas tienen que cambiar”.
Lejos de buscar únicamente difundir la lectura, Oscar procura echar por tierra varios de los males de estos tiempos. Por un lado, intenta desmantelar “la cultura represiva que está llena de ‘noes’ acumulados”. De manera explícita a través de un cartel que “ruega tocar”, invita a los paseantes a inmiscuirse entre libros ajenos que, por qué no, pueden ser también suyos. Ellos deciden. Por otra parte, Gallichio anhela cambiar el modo de relacionarse entre las personas, lo que permitiría “sembrar una pequeña semilla de esperanza que demuestre que si se establece un vínculo de fraternidad, estamos construyendo un mundo mejor”. ¿Cómo? “Debemos apostar al otro porque es posible encontrarnos en la mirada, descubrir la posibilidad de las manos sin trampas y de los afectos no interesados”, sostiene. Aunque, después de meditarlo por unos segundos, Zam-bha se corrija y jure ser una persona sumamente interesada; aunque su centro de atención sea ese otro que lo convence constantemente de que no hay alternativas: “¿Qué otra cosa mejor puedo hacer a esta altura de mi existencia que hacer la revolución?”.

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martes, 22 de diciembre de 2009

Enrique Symns en El Pueblito


El monologuista ex presentador de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota escupió sentencias fatídicas acerca del capitalismo, el sexo y el arte en un bar de La Plata donde, el domingo por la noche, intentó explicar por qué es "Un hombre extraviado".

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (
www.thedarkflack.com)

La Plata, diciembre 22 (Agencia NAN-2009).- Enrique Santos Discepólo estaría de acuerdo. Como si se tratase de un homenaje al dueño de “Cambalache”, durante la noche del domingo pasado Enrique Symns se apropia del escenario de El Pueblito, un bar platense que recién empieza a acostumbrarse a la presencia de artistas, y grita que efectivamente, como en 1935, “el mundo fue y será una porquería”.
Con un vientre tan abultado que es imposible de ignorar, pasadas las 22, Symns se acomoda frente a Olguin, García, Rosal Trío --banda porteña de jazz que hace sonido sus estados de ánimo-- y sin preámbulos sentencia la perdición de la raza humana, asegurando que el mundo es “una gran concha”. De a ratos, el monologuista parece enervarse por su propio relato y, con el rostro contraído, eleva los brazos mientras grita improperios. Después, otra vez calma lo que parecieran ser ansias de justicia, aunque lo hace sin dejar nunca de lado su carácter de pensador maldito.
En el bar de La Plata, alrededor de 150 pares de ojos hacen malabarismos no sólo para encontrar un rincón en el cual refugiarse, si no sobre todo para lograr entender cada una de las palabras que el ex presentador de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota escupe sin anestesia. Por momentos, la pronunciación de Symns se hace gomosa, sólo llegan a distinguirse términos sueltos que, por provocativos, inducen al público a redoblar los intentos de descifrar cuál es el objeto de semejante rechazo.
Los músicos enardecen la escena. Con notas que acentúan el carácter fatídico del recorrido desenfrenado que representa una noche con Symns, secundan al hombre que sin reparos y con lujo de detalles relata los estados anímicos que experimenta mientras intenta comprar cocaína. Luego de describir a lo largo tres monólogos la decadencia de la sociedad, acompañado por su botella de whisky, que a los 20 minutos de iniciado el show ya está a la mitad, Symns mira al público de frente y pide un descanso. Cuando vuelve al escenario, lo hace dispuesto a convencer a quien aún dude de que la condición humana esté perdida.
Un monólogo acerca de su infancia es excusa para explicar por qué su espectáculo --y él mismo-- se llama “Un hombre extraviado”. Los insultos a los “estúpidos” nuevos modos de comunicación, atados al avance de la tecnología, no tardan en llegar, junto a los lamentos por la modificación de las viejas costumbres y la consecuente fragmentación del ser. Finalmente, Symns ladra que “un hombre extraviado es aquel que perdió su calle y su alma”.
Como si fuese un tópico imposible de no ser abordado, Symns se detiene en las relaciones humanas. Asegura que el sexo no tiene sentido si no se practica en una orgía y dispara sin piedad contra la pareja, a la que considera una “afirmación del capitalismo” que lleva, por egoísmo, a reconocer únicamente los frutos del propio semen como hijos. Sin refrescarse el aliento antes de hacerlo, exhala sobre el público la sentencia: “El comedor no es más que una excusa entre el baño y el dormitorio.”
Como si se excusara luego de haber ocupado el escenario durante casi una hora del domingo, Symns no intenta ocultar su rechazo hacia los artistas, a quienes categoriza sin titubear como “una mierda” que se alimenta de la curiosidad “vouyerista” del público que desea vivir otra vida. Luego, se disculpa mientras asegura desear no haber incomodado a alguien. Cuando se baja del escenario, las palabras aún rondan el lugar y resulta casi imposible no pensar que, definitivamente, “allá en el horno nos vamos a encontrar”.

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jueves, 17 de diciembre de 2009

Anidarse


Aún con los ojos cubiertos, sabía que estaba en el lugar indicado…

(Fotografía de The Dark Flack - www.thedarkflack.com)

martes, 15 de diciembre de 2009

N.A.M.E. en el Centro Cultural Estación Provincial

Durante casi ocho horas, el evento de arte multimedia y música electrónica ocupó un centro cultural platense, reuniendo a más de 14 artistas locales y extranjeros y alrededor de 350 personas, que recorrieron las cinco salas en las que se exhibían obras interactivas, música, danzas experimentales, proyecciones y DJ’s dispuestos a demostrar que el futuro ya llegó.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (
www.thedarkflack.com)

La Plata, diciembre 15 (Agencia NAN-2009).- El futuro llegó hace rato, no hay dudas. Disfrazado de avance tecnológico se mezcló entre la gente, ingresó a sus hogares y se propuso cambiar la manera de contar lo que ocurre. Bajo esa lógica, durante la noche del sábado, se exhibe sin mesura en La Plata y, como si se tratase de una paradoja, se apropia del Centro Cultural Estación Provincial, uno de los edificios con más historia en la ciudad.
El público se amontona en un pequeño cuarto de la antigua estación de trenes y, haciendo malabares, intenta observar lo que ocurre en el escenario, que no es más que un cuadrilátero al ras del suelo. Rosa Nolly se sienta en una banqueta, conecta su saxo barítono a la laptop que comanda José Rafael Subía Valdez y toca. El artista ecuatoriano sintetiza cada una de las notas que ella ejecuta. De a ratos, Nolly separa los labios de su instrumento, respira profundo y, como fumando en pipa, inhala y exhala sonidos. Con los ojos cerrados, parece entrar en trance a medida que improvisa. Pero corta en seco el clima que había creado con tanto esmero y se despide sin dirigir ni una palabra a la gente que, sin embargo, se queda en el lugar ante la promesa de una próxima performance.
Un láser la persigue, se le acerca lentamente y se ubica en el hueco que se forma entre sus clavículas, justo ahí. A partir de entonces, la posee. Su cuerpo deja de pertenecerle y ahora el hombre que la apunta con una luz verde es su dueño: la obliga a retroceder y le demuestra que aunque luche retorciéndose, ya no hay vuelta atrás. El pequeño cuerpo de la joven tiembla a medida que el láser, como un cazador moderno, la recorre provocándole contracciones que rozan el nerviosismo. Ella intenta aplastarlo y, cuando logra pisarlo, se esconde de esa luz verde que la raptó. Segundos después, la única mujer de Speak 3.0 --el grupo porteño que mezcla danza, imágenes y sonido multimedia-- baila en silencio acompañada solamente por un par de auriculares. A medida que se acerca a la pantalla que está a sus espaldas, el cuerpo de Alejandra Ceriani se fusiona con las proyecciones que Fabricio Costa programa captando cada uno de los movimientos. Con suavidad, la bailarina se quita los auriculares y comparte su música con el público. La laptop de Fabián Kesler arroja sonidos metálicos que parecen ejecutar golpes directos sobre Ceriani. Después, la mujer cae al suelo y, agonizando, se resiste a que el movimiento se detenga. Sin embargo, todo termina con su rendición. Los artistas se abrazan y saludan a su público que, como hormigas, rompe el estado de comunión en el que se encontraba sumido para recorrer con velocidad los rincones del Centro Cultural.
En el hall central de la Estación Provincial, ese lugar en el que hace casi 100 años solían venderse los pasajes para ganarse un lugar en el tren que recorría gran parte de la provincia de Buenos Aires, el colectivo multidisciplinar Draggn’dropp Visual Crew desarrolla un mapping que atraviesa con imágenes de colores estridentes las paredes restauradas del salón. Algunos curiosos se sientan a admirar la escena, siguiendo con atención cada trayecto animado.
Mientras tanto, en el primer piso, otros aprovechan la ocasión para sentir que pueden ejercer su acción sobre el avance tecnológico cuando dominan la “pared hiperactiva” que Lisandro Fernández montó en una de las habitaciones. Los brazos se extienden frente a una pantalla y bailan controlando el destino de los círculos naranjas que los rodean. Después, en pleno juego, los cuerpos destrozan las imágenes que lograron formar para dar inicio a un nuevo partido.
En la sala contigua, una chica le grita a un parlante pequeño. Ante la falta de respuesta del aparato, roza con sus dedos los cables que fueron acomodados sobre una mesa. “No pasa nada”, dice entre dientes. Sin rendirse, examina la obra --Pulverización 3.1--, se acerca a lo que presume podrían ser un par de micrófonos y les habla. Después, cuando guarda silencio y se prepara para escuchar, comprende. El sonido de una radio se descompone dividiéndose entre los parlantes. Con una victoria a cuestas, camina hasta el fondo del lugar para acodarse en la barra y esperar a que los DJ’s empiecen.
Los organizadores del evento recorren los salones anunciando la llegada de una de las intervenciones más atractivas de la noche. La gente se congrega en el playón de la Estación Provincial, dejando las salas desoladas y a oscuras. Tras minutos de pruebas, la productora audiovisual Lhymo realiza un mapping a gran escala sobre el frente del edificio, delineando las ventanas y las molduras del Centro Cultural. El sonido de un tren se avecina y la historia de Meridiano Vº, el barrio que rodea a la estación, es recorrida a través de gráficos que relatan el nacimiento del ferrocarril en el lugar. Los rostros no disimulan su sorpresa cuando las columnas de la construcción laten, ensanchándose y bailando al ritmo de la música, logrando anticipar lo que sucederá minutos después en el interior del edificio a la par de la electrónica.
El mapping termina y los cuerpos se apresuran a resguardarse del inusual frío de diciembre en el interior del lugar. En la planta alta, Maga Lee los espera disparando ritmos sincopados que convierten en una odisea los intentos por resistirse al movimiento. La gente recobra con velocidad la temperatura veraniega de la mano del drum & bass que la joven porteña ejecuta sin mesura, mientras que las proyecciones de Los Amigos de la Imagen se suceden en la pantalla rectangular que la ilumina a sus espaldas.
Cuando P++ se apropia del escenario, ya casi todos perdieron la timidez para convertirse en víctimas del baile desenfrenado que N.A.M.E. propone abordar. Los graves que el artista produce se apropian del salón y se fusionan con el groove que perturba constantemente a los cuerpos que se acercaron hasta ahí. La danza frenética se sucede a la par de los DJ’s que, sin mediar pausas, aparecen en escena dispuestos a quitar el aliento de cuanto ser resista. La mayoría aguanta y mucho.
Recién cerca de las 6 y media de la mañana, y con el DJ uruguayo Adrooval de fondo, el público se dispone a dar descanso a sus piernas agitadas que, durante toda la noche, fueron partícipes de una fiesta en la que el futuro se propuso mostrar con orgullo su avance.

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jueves, 10 de diciembre de 2009

Mr. Exes: “Trato de ser fiel al personaje y a la persona a la vez”


Un dolor de cabeza crónico, el hallazgo de una mascota, la travesura de algún amigo, todos son temas posibles de ser abordados por Facundo Velilla, el historietista más conocido como Mr. Exes. Aunque no sólo se dedica al arte de las viñetas (es diseñador visual y actor), a su corta edad ya tiene un libro editado en el que recopila su material de 1999 a 2006 que, lejos de toda frustración, celebra que se venda a dos pesos en las librerías de avenida Corrientes.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Autorretrato de Mr. Exes

La Plata, diciembre 10 (Agencia NAN-2009).- Hablar sobre uno mismo, contarse, nunca es fácil. Más aún cuando esa narración supera lo anecdótico y se transforma en el tema a partir del que se produce arte. A pesar de asegurar ser “un rechazado social”, Facundo Velilla no teme exhibir porciones de su vida en Internet para, resguardándose entre viñetas, convertirse en Mr. Exes, el alterego con el que firma sus historietas y el personaje central de El Gabinete de Mr. Exes, la tira autobiográfica que publica semanalmente en su blog. “Todo surgió en 2006 a partir de un proyecto colectivo, Historietas Reales, donde se buscaba producir autobiografías y en el que aún hoy diferentes historietistas cuentan su vida a través de tiras. En aquella época el blog era entendido como una bitácora personal, así que era lógico pensar en una historieta autobiográfica”, explica Velilla a Agencia NAN.
Vencer la timidez y el miedo al ridículo sólo es el primer paso para narrarse. Luego está el desafío de seleccionar qué contar, no sólo para evitar sentirse expuesto, si no principalmente para que las historias resulten atractivas y para convertir lo cotidiano en algo fantástico. Facundo Velilla sostiene que en su vida no suceden cosas tan interesantes como para ser narradas, pero que, sin embargo, “el chiste está en relatar aventuras que, aunque sean pequeñas, resulten entretenidas para el lector”. Aunque busca que el público de Mr. Exes se enganche inmediatamente, admite que cada tanto lo pierde de vista y usa la historieta como un refugio, una manera de exorcizarse: “Hay momentos de El Gabinete de Mr. Exes en los que anduve mal e hice historietas que no eran cómicas, eran más bien depresivas. Aunque me resulta fácil usar el humor, no tengo el límite o la necesidad constante de hacer eso. Es una autobiografía. Sí, soy un tipo que hace chistes a cada rato, pero a veces también me caigo y a eso también intento expresarlo. Trato de ser fiel al personaje y a la persona a la vez”.
Un dolor de cabeza crónico, el hallazgo de una mascota, la travesura de algún amigo; todos son temas posibles de ser abordados por Facundo. “Todo lo que cuento es verdadero”, asegura sonriente este historietista treintañero que aparenta mucha menos edad. Y siempre, pero siempre tiene bien claro que lo que sucede en la historieta es sólo una representación de la realidad: “No soy yo verdaderamente. Mr. Exes está caricaturizado, tiene rasgos míos pero llevados al extremo. Por ejemplo, yo soy un tipo protestón pero Mr. Exes es más enojón que el Pato Donald”.
En estos tres años, el modo de dibujarse y contarse fue cambiando de la mano de la decisión estética en torno a cómo mostrarse frente al mundo. En la caricaturización de su otro yo, Facundo trabajó con fotografías, pero también permitió que sus amigos hicieran descripciones sobre Mr. Exes, sin perder el clima de diario íntimo que viene construyendo desde el inicio de El Gabinete.
Con un libro editado (Exesos: las sobras maestras de Mr. Exes, en el que recopila material realizado entre 1999 y 2006), hoy Facundo no duda en pedir desde su blog que la gente se reúna “por un librito” y deje comentarios para que consiga que “algún editor se apiade” y publique su segundo libro, que desde hace tiempo está listo para ser editado. Contrariamente a lo habitual, Velilla se alegra de que su primera publicación pueda conseguirse a $2 en las mesas de saldos de las librerías de la avenida Corrientes: “No esperaba ganancias con ese libro porque está hecho con material que ya tenía, con historietas que fueron premiadas en concursos, con las tiras que hice de Mr. Viñeta --un personaje consciente de ser personaje de una historieta--. En esa publicación era todo o nada, salía todo junto o no salía. Estoy contento y puedo decir que tengo un libro y que lo único que me falta es tener un hijo y plantar un árbol”.
Facundo jura no recordar exactamente cuándo decidió convertirse en historietista, le resulta difícil separar entre la delgada línea de la profesión y lo que empezó como un juego cuando narraba historias a través de ilustraciones. “Z.A.P., mi compañero de departamento, que también es historietista, siempre dice que cuando somos chicos todos dibujamos más o menos al mismo nivel pero que en un momento algunos dejan de dibujar y otros seguimos. Eso pasa porque no maduramos y continuamos haciendo dibujitos”, ironiza mientras acaricia a Garabato, su gato bicolor que fue protagonista de varios de los capítulos de El Gabinete. El deseo de trabajar de esto llegó durante la adolescencia, cuando publicaba un fanzine con sus amigos. Luego encontró la veta económica en el mercado estadounidense, que está en la constante caza de artistas de la viñeta que puedan dibujar, entintar o colorear en tiempo record. Ahora, el sueño es tener su propia tira en un periódico.
Velilla es un hombre inquieto. No sólo se dedica al arte de las viñetas, sino que además es diseñador en comunicación visual, lo que le permite hacer ilustraciones para empresas de diseño y publicidad, donde encuentra un punto de fusión entre sus dos profesiones. Además, es actor y desde hace años que se presenta en los matchs de improvisación que se realizan cada fin de semana en La Plata. Facundo jura con convencimiento que no es caprichoso ser todas estas cosas: “Todas conforman a una persona y todas aportan algo a la otra. A la construcción de personajes de la actuación la aplico a la historieta; y al modo de construir una historia dibujada lo aplico al teatro”.

http://mrexes.blogspot.com

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miércoles, 25 de noviembre de 2009

Muestra Ambulante: “Una excusa para cuestionar la cultura del miedo”




Exposiciones, recitales, obras de teatro y danza, muestras de historieta, graffitis, presentaciones de libros, talleres y proyecciones son sólo algunas de las actividades en las que se puede "intervenir" hasta el 5 de diciembre en la quinta edición de la Muestra Ambulante, montada en el barrio platense Meridiano V. El fin: “Discutir el barrio de las persianas caídas, donde la relación con el otro se da a través de la sospecha, y no por medio de la vocación de diálogo y la confianza”, explica Daniel Badenes, uno de los organizadores.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (http://www.flickr.com/danpeople)

La Plata, noviembre 25 (Agencia NAN-2009).- Parece un sueño. Centenares de expresiones artísticas navegan en la calle, se acomodan entre baldosas y adoquines y descansan en rincones insospechados para, de la mano de quien las admire, cambiar de formas y sentidos. Una incontable cantidad de mirones juega a ser intervención, se convierte en parte de las veredas, las calles, las instituciones sociales, los comercios e incluso de las casas y garajes de los vecinos, que --en una escena aún más surrealista-- abren su privacidad al mundo para convertirla en un lugar de interacción. Mientras los cuerpos caminan por la quinta edición de la Muestra Ambulante, los roles desaparecen: el dueño de casa olvida el miedo a que su propiedad sea expropiada, el comerciante olvida el terror a la inseguridad, el visitante olvida el prejuicio y la timidez, el artista olvida su ego. Todos pasan a ser parte de lo mismo, conservando sus diferencias, aprehendiendo de ellas. Un barrio cambia, la gente admite que el espacio público puede no ser de paso y sí de permanencia, de interrelación; no teme y se asocia con completos desconocidos.
Un barrio cambia. No es casual que Daniel Badenes, uno de los integrantes del Grupo La Grieta, colectivo cultural que históricamente se ha encargado de organizar esta movida (aunque desde hace poco se sumó a la tarea el Colectivo de Gestión Cultural y Comunicación Medio Limón), le jure a Agencia NAN que el arte “es sólo una excusa”. En la Muestra Ambulante se exhiben numerosas realizaciones artísticas provenientes de las más variadas disciplinas en las calles, los comercios, las instituciones comunales y las casas de Meridiano V, un barrio platense pintoresco por su estilo añejo, que se sostiene en el recuerdo de la vieja estación provincial de trenes que funcionó hasta la última dictadura militar. El tiempo se detuvo, la nostalgia reinó y algunos vecinos recuperaron el lugar para convertirlo en un centro cultural. Esos mismos vecinos, o quizás otros, son los que este año abren las puertas de sus casas ante el anuncio de la llegada de una nueva creación colectiva.
“La Muestra Ambulante es una intervención artística, pero también política y social”, asegura Badenes con convicción. Es que los objetivos de este programa multidisciplinario no se organizan únicamente en torno a la estética y el entretenimiento. Según el muchacho de cabellos rizados --que, aunque la cantidad de trabajo lo apremie, intenta tomarse el tiempo necesario para explicar su propuesta y la de sus compañeros--, la Muestra Ambulante procura poner en discusión “la ciudad y la sociedad que queremos”, porque a través del arte y de la “mixtura de lenguajes” se intenta plantear la necesidad de establecer redes sociales, de retomar los lazos con el que está al lado, para que las costumbres barriales emerjan y la gente nuevamente se adueñe del espacio público. “La muestra intenta discutir el barrio de las persianas caídas, de las cámaras de seguridad, de los vecinos en alerta, donde la relación con el otro se da a través del estigma y la sospecha, y no por medio de la vocación de diálogo, el saludo y la confianza”, explica Badenes.
Así es como los organizadores de la Muestra Ambulante aseguran conocer la dimensión política de la cultura y valerse de ella para intentar llevar a cabo una pequeña revolución con “la apuesta al lazo social: que no exista ni la lógica del espectáculo, ni los paracaidistas artísticos, ni los grandes nombres, sino la construcción colectiva”. Entonces, el arte se convierte en excusa “para el encuentro, para el diálogo, para cuestionar la cultura del miedo”. Uno de los modos que tienen los organizadores para estimular el diálogo consiste en la obligación explícita que deben cumplir los creadores: “No admitimos que no exista relación entre el artista y el comerciante o vecino que cede el espacio. Queremos que el artista que esté en la carnicería conozca al carnicero, sus prejuicios sobre el arte y sus expectativas; que haya también un encuentro ahí y no sólo en lo que provocamos después en los visitantes”, explica Badenes. En el intento de evitar lo que él denomina el “paracaidismo artístico”, que consiste en expositores que presentan sus propuestas sin interiorizarse en la vida cotidiana del barrio, los organizadores velan porque la movida pueda dejar rastros aún tiempo después de su realización, que se produzca una verdadera transformación del espacio, “un clima de confianza con el vecino, y que a éste le quede en la retina que se puede salir a la calle y que la puerta del garaje es mucho más que ese lugar para entrar el auto”.
A partir de la ruptura del límite entre el espacio abierto y el privado, los espectadores toman protagonismo. Esa posibilidad liberadora de recuperar los lugares comunes y de entender a las viviendas como sitios de encuentro es la que más tarde, a partir de la elección (prevista o casual) de las propuestas --que por rondar las 200 no pueden ser recorridas en su totalidad--, le permitirá al visitante construir un relato único. Por ello, Badenes discute la categoría de “público” y anhela que en la muestra no lo haya, sino sean todos “intervinientes”. Que se pretenda que reine una actitud de “tolerancia cero hacia el encierro” y que “se suba la edad para el juego y la risa” tampoco es casual: no sólo a través de la presencia en la calle se logra la reciprocidad de la gente, sino --y sobre todo-- a partir de lo lúdico, que permite desempolvar la vieja costumbre de jugar en la vereda apropiándose de ella.
Lejos de considerar a su proyecto como un acto superador, Badenes jura que aún hay numerosas discusiones que no pudieron ser resueltas en relación con los objetivos que persigue la muestra. Con la intención de ser un espacio en constante movimiento, el joven periodista asegura que las jornadas de debate que entablan con sus compañeros son numerosas y que siempre pretenden “subir la apuesta” e incluir más aristas a partir de las cuales reflexionar sobre la vida cotidiana. Así, a diferencia de la primera muestra realizada en 1995, el grupo ya no sólo pone el foco en el “enclaustramiento” que vive el arte en los museos, si no también en las costumbres de la sociedad actual y en el peligro de que Meridiano V sea un “circuito gastronómico y centro cultural” en el mapa platense. Por ello, la Muestra Ambulante se propone como un “cortocircuito”: hasta el 5 de diciembre las calles de ese barrio platense estarán constantemente intervenidas por artistas, vecinos y visitantes. A la par, el sueño de sus hacedores se ubica en el deseo de que la experiencia sea retomada por otros colectivos y La Plata se convierta en una ciudad de discusión.

Blog: http://muestraambulante.blogspot.com/
Grupo La Grieta: http://www.lagrieta.org.ar/
C. G. C. C. Medio Limón:
http://mediolimones.blogspot.com

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lunes, 9 de noviembre de 2009

Guardan el Secreto? En Biguá



En un estado de placentera introspección, los asistentes a la cuarta edición del ciclo multidisciplinario pudieron disfrutar de las artes de Carmen Italia, Lucía Delfino, Ayelén Zeballos, Arial 12, Xava y Andrés Buglio, de las poesías cantadas de Julieta Rimoldi y de las canciones de Diegomartez.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

La Plata, noviembre 9 (Agencia NAN-2009).- Tres muñecas vestidas de bailarinas gritan. Piden que durante esa noche de sábado alguien las abrace, aunque sea por obligación. Se prenden a cuellos y espaldas y, recién entonces, se calman. Después, otra vez empiezan los alaridos. Se acercan a las personas y, sin lugar a la indiferencia, ofrecen carpetas con trabajos de fotógrafos y artistas plásticos. La gente acepta el juego que propone la cuarta edición de Guardan el Secreto?, el ciclo multidisciplinario que se realiza anualmente en La Plata, y se sumerge entre los folios y papeles que Carmen Italia, Lucía Delfino, Ayelén Zeballos, Arial 12, Xava y Andrés Buglio supieron llenar con sus obras.
El patio de Biguá, el bar platense dispuesto a mutar a la par de las propuestas de los artistas que ahí se congregan, se convierte en el lugar de espera, charla y cigarrillos. Entre las mesas con discos y prendas de vestir, el público juega a ser parte/sombra de las proyecciones que disparan directo contra una pared. Hasta que la sala queda a oscuras y, envuelta de pies a cabeza por una tela blanca e iluminada solamente por una linterna que la acompaña en el encierro, Agustina Amar recita un poema. El silencio llega gradualmente, al mismo tiempo que la actriz lucha, contrayendo su cuerpo, contra el género que la aprisiona. La escena dura sólo unos minutos, los suficientes como para inaugurar la introspección que los músicos buscarán contagiar.
Julieta Rimoldi llega sin equipaje desde la ex Capital Federal, se abraza a una guitarra prestada y se ubica en el centro del escenario. Evitando las presentaciones, rasguea una melodía. Segundos después demuestra que de un cuerpo pequeño y delicado puede emerger una voz capaz de acariciar cada rincón con su dulzura. Desafiando las reglas de la posmodernidad, no se apresura y permite que los sonidos se sucedan a su propio tiempo y, con absoluta calma, canta breves poesías. Cuando llega el fin de algunas de sus canciones, se dirige al público. Le habla con tranquilidad, lo hace parte de su arte narrándole historias de su cotidianidad. Después, otra vez, sus cuerdas vocales rozan el límite que pueden alcanzar mientras los dedos se deslizan sobre las cuerdas de la guitarra acústica.
“En el bosque todo parece estar vivo, hasta las piedras que esconde el fondo del río”. Con pequeñas odas, Julieta le rinde homenaje a la naturaleza y a la tierra, a esa misma tierra a la que le dedicó un disco entero. Sin mesura, invita a imaginar paisajes verdes iluminados por un cielo abierto, en los que sea posible dejar de lado los templos de hormigón y descansar, al fin. Antes de despedirse, Rimoldi agradece la presencia de personas dispuestas a escuchar sus canciones y diseccionarlas para admirarlas.
“La carpeta de tu hermana, la carpeta de tu hermana”. Apenas la cantautora baja del escenario, las muñecas rompen el silencio y jugando entre ellas, corretean por el bar repartiendo piezas artísticas. Se levantan la pollera, lanzan risotadas y abordan al público obligándolo a participar activamente del evento. Vito y Matías Borraz le piden a la gente que piense un tema para una obra de teatro: Amor-odio”, grita un chico. Durante tres minutos, los actores improvisan sobre el escenario una historia en la que un padre le enseña a su hija el significado de sentimientos tan polarizados. Las risas se suceden y la pareja no intenta disimular el nerviosismo y la felicidad que le provoca estar ahí. A lo largo de un cuarto de hora, las narraciones se suceden, los cuerpos y los rostros se convierten en la única herramienta que los artistas utilizan y el público, entusiasmado por la posibilidad de guiar el espectáculo hacia el puerto que desee, pide un bis. Rompiendo las reglas del teatro tradicional, el dúo regala una última interpretación alentada por los aplausos.
Una de las muñecas sube al escenario y se sienta sobre un cajón peruano. Sin dejar de lado su personaje de movimientos articulados, se convierte de a poco en Natalia Lucía. Mientras tanto, sus dos compañeras, que ya se mezclaron entre la gente, piden silencio con un gesto. La guitarra de Diegomartez logra que el bullicio llegue a su fin y la única voz que se oye en Biguá es la de Celeste García, que permite que su femineidad entone las estrofas que Lucia baila con movimientos suaves. Tras cuatro temas, Diegomartez canta, demostrando la capacidad de conmoción pública que se esconde en sus cuerdas vocales. Detrás de él, la mujer articulada sigue su danza mientras las otras dos muñecas riegan el escenario con pétalos de flores. De a ratos, la bailarina se transforma en vocalista y acompaña al músico.
Lucia describe sensaciones. El relato recorre la profunda felicidad y el malestar extremo que un cuerpo experimenta ante el enamoramiento. Después, simplemente se pregunta si ése sentimiento realmente existe. Como intentando refutar la posibilidad de que el amor sea sólo un invento, Diegomartez le canta a un par de “ojitos” que lograron hacerlo sufrir y no duda en asegurar: “Odio cuando me haces reír, eso hace que te quiera más”.
El sonido agudo de tres alarmas invade el lugar. Las muñecas, junto a una chica que hasta hace minutos bailaba frente al escenario, recorren el bar llevando relojes en sus manos. La guitarra se fusiona con los despertadores que se transforman en instrumentos musicales, mientras el cantautor pide tiempo “para entenderte”. El privilegio del que gozan las voces de Lucia y Diegomartez no admite dudas. Lo demuestran durante todo el show y, como si fuese poco, ella se luce permitiéndose agudos que rememoran a la afinación utilizada por las mujeres originarias que cantan lamentaciones, para que luego él cante a capella y sin amplificación.
Después de una hora en la que Diegomartez se presentó como un auténtico trovador del siglo XXI, él y Lucia se despiden. Con la ausencia de las muñecas revoloteando, se hace difícil revertir el silencio que se apoderó del bar. El estado de placentera introspección permanece y todos parecen dispuestos a guardar el secreto acerca del lugar donde se alberga la belleza; acerca del secreto que esa noche, y tan solo por esa noche, los participantes pudieron conocer.

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jueves, 29 de octubre de 2009

Mariposas en el estómago


La escenografía importaba, pero tampoco tanto. Los desnudos de los seres y la belleza revoloteando se habían convertido en entes imposibles de resistir (y mientras tanto, una lombriz navegaba en sus entrañas)…

martes, 20 de octubre de 2009

Amigos & Friends en Ciudad Vieja


La big band comandada por Gustavo Arastita (una leyenda del under platense ahora conocido como el Capitán Denis Dalton) mezcló el bolero con la tarantela, el funk y la música tradicional japonesa durante tres horas en el escenario de un bar de La Plata, quitándole el aliento a todo el que se acercó.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de prensa de Amigos & Friends

La Plata, octubre 19 (Agencia NAN-2009).- Las reglas de juego cambian. Convivir con la prohibición de fumar en los bares es tarea sencilla, pero evitar bailar se hace difícil, más cuando, durante la madrugada del sábado, Amigos & Friends copa el escenario de Ciudad Vieja, en La Plata, prometiendo zarpar en un crucero que recorrerá las melodías del mundo para llegar hasta el centro mismo de la fiesta.
Cuando Gustavo Astarita, el cantante de la banda que también lideraba Míster América, sube al escenario, la gente no evita ovacionarlo. Es que la presencia de uno de los músicos platenses con más trayectoria genera la impresión de encontrarse ante una leyenda del under de la ciudad. Con nuevo nombre --en Amigos & Friends dejó de ser Astarita para convertirse en el Capitán Denis Dalton--, se transforma en un personaje casi de caricatura, que se permite divertirse abiertamente, apoyado por los otros ocho hombres que conforman su big band.
Durante la primera parte del show, la banda interpreta boleros que derriten la mirada de todo aquel que se anime a subir al crucero. El calor creciente que recorre los cuerpos húmedos que se amontonan en ese pequeño bar antiguo, transporta al público a la costa de alguna isla centroamericana donde pareciera no existir mejor plan que disfrutar de la escena con alguna bebida tropical en la mano.
Entre tema y tema, los monólogos de Astarita se suceden, relatando historias plagadas de personajes que sólo podrían convivir en mundos fantásticos como los que Amigos & Friends propone en cada uno de sus shows. La gente ríe y aplaude entusiasmada, mientras los artistas no disimulan la diversión que les genera la situación. Como niños, sonríen para después interpretar otra melodía que, con precisión, obliga a que los hombros se muevan al ritmo.
Sin respetar un orden geográfico, Amigos & Friends recorre el mundo, toma sus melodías y las redefine para convertirlas en sonidos que pasan a ser característicos de la banda. Así, el beat inglés convive armoniosamente con los boleros y los chachachás cubanos, el funk estadounidense, las tarantelas italianas y la música japonesa. La mixtura llega con sabor a comunión y todo pasa a ser una sola cosa, creando la sensación de que sólo estos músicos podrían conjugar géneros tan disímiles y transformarlos en su columna vertebral.
Durante una hora y media, la gente se contiene de bailar. Sin embargo, algunas chicas se abren espacio entre sillas, mesas y personas para sacudirse de la mano, quitándose de encima los resabios de hastío que la semana pudo haberles dejado. Cuando el cantante vuelve al escenario luego de 15 minutos de descanso, no logra siquiera terminar una canción antes de que el público empiece a pedir que se retiren las mesas, al tiempo que se abre camino, corriéndolas, y empieza a bailar. Luego de prenderse una pipa como el capitán de un viejo navío, y viendo a sus espectadores tomar por asalto el espacio, Astarita anuncia que la revolución ha llegado.
Los cuerpos festejan la batalla ganada de la mano de una rumba. La pista de baile se arma y ya nadie puede resistirse. Tras una cantidad incontable de whiskies, un hombre se desabrocha la camisa y, con los brazos extendidos, grita hacia el escenario: “I love you, I love you”. Y gira para sumarse al resto de la gente que, con la piel abrillantada, se mueve sin cesar. Una fiesta no admite muchos preámbulos, así que la banda evita monologar y, en cambio, procura quitarle el aliento a todo el que se acercó hasta el bar.
Poco a poco, la gente parece perder la cordura luego de haber dejado de lado cualquier signo de timidez. Salta extasiada, baila sin seguir ningún ritmo determinado, se deja llevar por la marea que provoca el movimiento de los demás cuerpos y celebra. Una mujer se sube a una banqueta y aletea sin cesar. Cada tanto, como si no soportara los impulsos que la invaden, le declara su amor al cantante, que no llega a oírla, claro.
Amigos & Friends anuncia el final del festejo e inmediatamente dos chicos golpean con las manos la madera del escenario al tiempo que gritan una y otra vez: “Injusticia, injusticia, injusticia”. Segundos después, Astarita vuelve a escena vestido de jeque árabe, secundado por sus compañeros. Mientras la banda le canta a Alá, el público le hace reverencias agachando la cabeza.
Una versión instrumental de "Pinocho" extiende por algunos minutos el juego. Se hace imposible no rememorar al viejo hospital de los muñecos al que llegó el pobre pinocho malherido. Sin embargo, los recuerdos se diluyen cuando el Capitán Denis Dalton le pide a su tripulación que se haga chiquitita. La gente se hace bollito en el suelo y espera paciente a que la melodía dé la orden. Cuando llega el momento, todos saltan de lado a lado, aferrándose a quien esté cerca.
Cuando los músicos se bajan del escenario, esta vez sin vuelta atrás, el público repite que eso es una injusticia. Pero inmediatamente deja de hacerlo porque esa noche, en ese bar de La Plata, ninguna injusticia se cometió. Al contrario, durante tres horas la gente pudo hermanarse para conquistar una pequeña revolución a favor de la celebración.

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sábado, 17 de octubre de 2009

FestiFreak, el semillero de los nuevos realizadores


Con producciones nacionales e internacionales, y un concurso de cortometrajes destinado impulsar a nuevos realizadores, comienza la quinta edición del Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (www.thedarkflack.com)

La Plata, octubre 16 (Agencia NAN-2009).- Seis hombres y mujeres trabajan sin pausa en la oficina 219 del Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha. Con la vista de la ciudad bajo sus narices, se mueven con velocidad mientras intentan ultimar detalles para, por fin, después de un largo año de trabajo, dar inicio a la quinta edición del Festival Internacional de Cine Independiente de La Plata - FestiFreak (FICIFF), que se llevará a cabo en la capital de la provincia de Buenos Aires hasta el 25 de este mes. AL igual que los años anteriores, el evento promete resumir a través de pequeñas historias cuál es el futuro del cine en Argentina.
Durante los diez días de proyecciones, las salas que conforman el circuito del evento ofrecerán largos y cortos de producción nacional e internacional. Sin embargo, no es la sola exhibición la meta final del FestiFreak. Los seis cerebros creadores del evento, el Grupo Freak, decidieron destacar la labor de quienes producen cortos. La acción va de la mano de la idea y, según afirma Joaquín Almeida, uno de integrantes del grupo mentor, se apunta a estas producciones porque el objetivo principal del festival es “impulsar a los nuevos realizadores, ser el semillero de nuevos directores”. Es que quienes realizan los cortometrajes que se proyectarán en dos de las salas de la cadena de cines de la ciudad platense y en el espacio Pasaje Dardo Rocha, para luego competir por el premio mayor, se encuentran recién en la línea de largada de su carrera cinematográfica. Entonces, para ellos, esta exposición llega con forma de buena noticia. “Los participantes pueden ver sus realizaciones proyectándose para el público, pero además para un jurado compuesto por periodistas, curadores y productores que, al conocer a estos nuevos creadores, pueden convocarlos para otros trabajos”.
Como si el deseo de promover el surgimiento de ideas se hubiera agigantado con el paso de estos cinco años que el grupo Freak lleva como currículum, en esta edición la apuesta fue redoblada: por primera vez se implementó el FestiFreak Produce, a partir del que los realizadores ganadores tuvieron la posibilidad de filmar sus guiones y convertirlos en películas que serán proyectadas no sólo durante el festival, sino también en varias salas del país en el marco del FestiFreak Itinerante. “El FestiFreak Produce es un salto gigante, ya que por primera vez el festival costea integralmente, con la ayuda de la Dirección de Cultura y Educación de la Provincia, la producción de seis cortometrajes, siguiendo con la línea de incentivar a los nuevos realizadores”, asegura con satisfacción Almeida.
Si bien el trabajo que tuvieron que emprender para poder llegar al inicio del evento con todas las producciones listas fue arduo, el organizador no intenta disimular el orgullo que le genera la tarea cumplida. Es que a través del FestiFreak Produce no sólo se pudieron materializar proyectos de creadores inéditos, si no que también se logró sembrar la semilla en quienes, posiblemente, sean los futuros directores audiovisuales de la provincia de Buenos Aires: “Hubo grupos de estudiantes secundarios que pudieron plasmar esos guiones que habían hecho en la escuela de su barrio en la producción de tres cortos realizados con equipos profesionales de La Plata. Para ellos, fue una experiencia impresionante”.
A raíz de la crisis económica mundial, Almeida sostiene que el FestiFreak se vio obligado a “ser achicado”, por lo que los organizadores decidieron reducir el número de funciones y poner el acento en “mejorar la calidad de exhibición de las películas para que los participantes estén lo más cuidados posible, dentro de lo que podemos hacer seis personas en la Argentina del 2009 en La Plata”.
No obstante, hay más razones para festejar el nuevo logro alcanzado por los Freak, ya que su puesta en marcha también es una manera de promover el turismo cultural en la ciudad. Con los ojos cansados, pero sabiendo que la tarea recién está por la mitad, Almeida jura que la utilización del hipódromo de La Plata como locación para el rodaje de los seis cortometrajes ganadores tiene razón de ser. “Nosotros queríamos mostrar otro espacio que no se exhibe tanto y que para filmar es muy dúctil porque puede ser transformado”, afirma.
Si bien son seis las mentes que año tras año trabajan para que el FestiFreak pueda realizarse, el organizador asegura que, finalmente, para la puesta en marcha del festival el grupo crece hasta albergar alrededor de 50 personas que no sólo colaboran para la presentación de los cortos en competencia, si no también para cumplir con la abultada agenda de eventos que acompañan a los audiovisuales durante la semana de proyección y que incluye recitales, musicalización en vivo de cine mudo, proyección de largometrajes y presentación de videoartistas, entre otras cosas. Así, una de las grandes participaciones de este año llegará de la mano de Oktopus.tv, un grupo de artistas audiovisuales chilenos que el 22 realizará una intervención urbana en la fachada del Pasaje Dardo Rocha.

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sábado, 26 de septiembre de 2009

La Secta: “La idea es romper el lugar del espectador, establecer contacto directo”


La música y el teatro conviven en el cuerpo de esta agrupación platense que hace una quincena de años realiza presentaciones performáticas y lúdicas con el objetivo de llevar la interacción con el público a la cúspide. En esa búsqueda, los espectadores toman, aunque sea de a ratos, las riendas del show. “Buscamos que cada uno se agarre de lo que quiera y dé lugar a lecturas completamente diferentes”, explican.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (
http://www.flickr.com/danpeople)

La Plata, septiembre 25 (Agencia NAN-2009).- “¡Yo tengo el picaporte!”. Marcos Scafaroni grita mientras ilumina con una linterna los rostros de cinco personas. Casi sin dar tiempo a pensar, Alejandro Arecha las conduce hasta una puerta y les pide que extiendan los brazos a través de una ventana, mientras les advierte que no deben mirar. Cincuenta dedos recorren texturas y sus dueños procuran recordar que se trata de un juego, que nada malo les ocurrirá. Lejos de cualquier banda de rock tradicional, La Secta, que ya lleva 15 años de trayectoria, establece representaciones que fusionan música y teatro, en las que los sentidos cobran protagonismo y las transforman en una experiencia única: las escenas transcurren sin prisa pero sin pausa, creando miles de imágenes posibles en las cabezas del público.
“El concepto de banda de rock nunca nos pegó porque nacimos como otra cosa. Al principio, fue natural trabajar con recursos teatrales”, asegura Gastón Cingolani, el cantante de la banda, mezcla de anfibio infrahumano en el escenario y persona más que clásica durante la entrevista, que arranca cuando Agencia NAN le pregunta por la mixtura que la agrupación realiza en cada uno de sus espectáculos. Marcos, el encargado de las líneas más graves desde su bajo de cinco cuerdas, reafirma lo dicho por su compañero. “Lo actoral es fundamental y fundacional en el concepto de La Secta. Cuando empezamos a tocar, la idea era que fuéramos personajes. Es decir, que el grupo fuera un rompecotidiano para nosotros”. No se trata meramente de un conjunto teatral: el eje está puesto en la construcción de una especie de micro clima tan ambiguo que adquiere diferentes interpretaciones de sus espectadores.
Es el plano musical el que ocupa un lugar privilegiado en La Secta. Con un sonido que sienta posición entre el rock industrial y la electrónica, Marcos asegura que esa indefinición “organica y amorfa” fue la que los ayudó a encontrar un lenguaje propio. Ulises Cremonte, dueño de las programaciones en la banda, manifiesta que la música hizo “lucir” más las actuaciones, pero también viceversa. “Cuando afianzas cierto nivel musical y tocás uniformemente, se empieza a apreciar más lo otro”, asegura. “Nunca quisimos tener un lenguaje teatral ni un lenguaje musical, quisimos tener un lenguaje propio. Nos llevó muchos años de rompernos la cabeza para no quedar en lo representativo y tampoco en lo musical”, explica con convencimiento Marcos, para luego definir que ellos no son más que personajes “provocando cosas a través de la música, de la imagen y de la actuación, con el fin de crear una fantasía conceptual”.
Otra vez, como ganado arreado, los cuerpos son conducidos hasta un dormitorio a oscuras. En un rincón, un hombre está recostado mientras a su lado suena desde una radio la voz de una gallega. Parece hablar de esoterismo. “¡Yo tengo el picaporte!”. Scafaroni vuelve a gritar y, entre risas, encierra a parte del público en la habitación. Minutos después, y sin chances de resistirse, las personas acarician los brazos de Ulises Cremonte, mientras Gastón Cingolani, con los ojos pintados de negro, las induce a hacerlo diciéndoles: “Le gusta que lo toquen. Tóquenlo”. Obediencia.
Aunque muchas de las recreaciones que realiza La Secta puedan parecer ligadas a la estética y al lenguaje del sadismo y la violencia, ellos aseguran que el trabajo de la banda consiste en crear ambigüedad para que “cada uno se agarre de lo que quiera y dé lugar a lecturas completamente diferentes”. Es que quienes conforman la banda juran que uno de los grandes objetivos que tienen es crear complicidad con el espectador. “Todos tienen el poder: lo que suceda en el show es responsabilidad mía y también tuya”, sostiene Marcos, como si se tratase de una ley.
Una pareja de completos desconocidos es conducida al escenario. Ante los ojos de decenas de curiosos se abrazan, mientras Ulises los obliga, con movimientos sutiles, a acercarse cada vez más. Otro par de personas, elegido al azar, rocía a esos dos seres que, nerviosos, interpretan una escena romántica. El juego de La Secta es inclusivo. Todos los que asisten forman parte de una ceremonia en la que su participación es clave para la construcción de los mensajes. “La idea es romper el lugar del espectador, establecer contacto directo”, sostiene Marcos. Gastón añade que la ruptura del espacio está ligada a la posibilidad de “tocarse con los demás y hacer que se toquen entre ellos”. Las sensaciones se generan a partir de lo que parece poco habitual, “porque la gente está muy cómoda en la trinchera de espectador”, afirma. Son las reacciones del público las que determinan el curso de la performance. Eso es precisamente a lo que Gastón se refiere cuando dice que un recital de ellos es como “caminar por la cornisa”.
Atado con sogas que rodean su cuerpo y le limitan los movimientos, Gastón se dirige hacia su público. Se acerca, sin dejar jamás de hacer fuerza, hasta las piernas, los torsos y los rostros que lo observan con asombro. Cingolani huele a la gente, para después mirarla de frente, creando incomodidad, dejándola expuesta frente a decenas de personas. “Todos miramos a la gente a la cara, todos buscamos personalizar todo el tiempo”, señala Marcos. Recostado en un sillón, Ulises lo acompaña y explica que desde los inicios de la banda está presente “una necesidad fuerte de interactuar con la gente de una manera muy cercana”.
Gastón grita y se retuerce, mientras Ulises lo frota, acariciándole la cabeza y rozando su cuerpo. La voz de Cingolani repite sucesivamente: “Te aprieto mucho. Te empleo mucho. Te asfixio mucho”. La sucesión de imágenes en los recitales de La Secta se realiza a partir de pocos materiales: luces de colores, broches de ropa, papel filme, o simplemente hielos, toman protagonismo para, a la par de los movimientos de los músicos/actores, establecer lugares de representación. A eso se refiere Marcos cuando sostiene que la banda, luego de tantos años de trabajo, logró despojarse de gran parte de la utilería para que “el recurso seamos nosotros y no el artefacto o el efecto”.
Ningún espectáculo de La Secta es igual al anterior. Muta de la mano del público y va tomando formas diversas. Lo único que se plantean los músicos como menester antes de salir al escenario es el deseo de establecer “un punto de tensión” en el que la gente se comprometa con lo que está ocurriendo en escena. “En los shows de La Secta hay silencio, sólo se escucha la carcajada de una o el grito de otro, pero todos están mirando a la banda. Sentís que el aire no circula, que todo queda clavado”. Gastón baila como un robot completando la escena con linternas, mientras canta: “Suave, deslizante, ave resbalosa en el cielo”. Debajo del escenario, la gente sigue la coreografía, al tiempo que grita extasiada: “¡El volador, el volador!”, que es el estribillo de la canción que el cantante entona. Hacia el final del recital, después de vencer al prejuicio solapado en temor y de haber experimentado un sinfín de sensaciones, una de las mayores profecías de Marcos, como en cada show, se cumple al pie de la letra: “Acá, van a morir”.

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jueves, 24 de septiembre de 2009

Inocencia


Como niños, explorar un mundo en el que los miedos visten sábanas blancas y son ahuyentados con sólo cerrar los ojos. Después, simplemente, bailar al son de la risa...

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Proyección 09 en el Centro Cultural Islas Malvinas


El multidisciplinario espacio platense fue una gigantesca olla que, al calor del pasado sábado, hirvió a fuego lento un heterogéneo conglomerado de obras plásticas, musicales, audiovisuales y escénicas, producidas por algunos de los grupos más representativos del arte joven platense.

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de The Dark Flack (http://www.thedarkflack.com/)

La Plata, septiembre 1º (Agencia NAN-2009).- Las uniones suceden de modo extraño. Generalmente, cuando nadie apuesta a que entes en apariencia absolutamente disímiles puedan congregarse, ellos solos, en un acto casi anárquico, se encuentran, se miran de frente y, finalmente, se abrazan. Eso es exactamente lo que sucede cuando durante la tarde del sábado las obras se trepan a las paredes del Centro Cultural Islas Malvinas de La Plata para apropiarse de ellas y demostrar que la diversidad cultural es un hecho para ser celebrado en convivencia.
El verano prematuro anticipa que la jornada maratónica que propone Radio Universidad para exponer el trabajo de algunos de los artistas platenses será beneficiosa. Desde las 16, decenas de personas se acercan hasta la plaza Islas Malvinas, sobre la que se montó un Centro Cultural que, por sus amplios espacios abiertos, invita a distenderse. En la entrada del lugar, una cortina de plástico anuncia: “Figurones dice abajo el subte, arriba el colectivo”, anticipando el espíritu de la muestra en la que diversos grupos artísticos exhibirán su trabajo ante una multitud de ojos inquietos. Y ése espíritu es que la producción no sea unipersonal, sino que se congregue con otras creaciones. Ése es su destino.
Dentro de la sala, el calor va en ascenso de la mano de las luces que iluminan a las obras y el calor humano que provocan los cuerpos que se mueven constantemente. Los trabajos de los artistas se exhiben uno junto al otro y, a pesar de las diferencias sustanciales que presentan entre sí, no desentonan. Las fotografías trabajadas en colores tierra y enmarcadas por frases impresas en papeles reciclados de Un Kibutz y Tocate Mil se codean con los libros y postales multicolor --que remiten a los juegos infantiles llevados a cabo por niños y adultos-- de La Grieta. Junto a ellos, la numerosa producción discográfica independiente de la que La Plata se enorgullece, se muestra apretujada sobre una mesa. Mientras a pocos metros y a través de colores estridentes y de la constante rememoración a personajes populares televisivos, los Corazones de Bullys señalan a su presa apelando a la invasión masiva del espacio.
Abriéndose paso entre fotografías, dibujos, poesías y libros, los músicos Bullys se ubican casi a los codazos en un pequeño rincón. La música suena y, lejos de los rituales típicos de cualquier recital, cumple la función de llenar el poco espacio que quedó vacío. La gente entra y sale de la sala constantemente, en busca de alguna brisa que, materializada en mates, gaseosas o cervezas, apacigüe la humedad pegajosa que la envuelve.
Cerca de las 18, cuando el sol empieza a bajar y los cuerpos se atreven a participar un poco más, Chico Ninguno se para frente al micrófono. La Marica Mala Programada para el Mal, como de costumbre, le cuida las espaldas acompañada por una laptop que arroja pistas sobre las cuales el solista de figura desgarbada puede cantar. Contrariamente a los shows habituales del artista de los Corazones de Bullys, no hay lugar a bailes desenfrenados. La gente escucha, sentada en el suelo, una selección de canciones más cercanas al lado introspectivo del cantante. Poco después, Chico Ninguno saluda anticipando que llegará Tocate Mil con su troupe de cantautores.
Una guitarra y su voz es todo lo que Laura Citarella utiliza para crear un ambiente encantador, en el que la dulzura empieza a tomar protagonismo mientras Lali Varveri, con los pies descalzos, se anima a pintar un cuadro en vivo. Mientras la noche cae lentamente y los rojos y verdes impregnan la tela de Varveri, la sensación de que algo diferente está sucediendo en la escena artística se hace evidente. Lautaro Barceló se ubica en el improvisado escenario para interpretar canciones reflexivas que, de a ratos, permiten pequeños guiños lúdicos dirigidos directamente a su público.
Sin lugar a tropiezos o demoras, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete se presenta con percusión cortando el ambiente unipersonal que hasta entonces rondaba por el Islas Malvinas. La interacción entre los artistas llega, mientras las canciones creadas casi frenéticamente por Ramiro, el responsable del proyecto, se suceden una tras otra dándole continuidad al ambiente de intimista que Tocate Mil propone.
Al paso presuroso de los artistas por el escenario lo acompaña el constante recambio de público. Son pocos los que se sientan a observar a todos los músicos y, por el contrario, la mayoría prefiere ser parte del juego que el evento propone: apropiarse de los rincones del centro cultural para congregarse con otros seres disímiles.
Sebastián Lino, Pablo Nardo y Sebastián Coronel son los encargados de cerrar la primera etapa del evento. Todo junto al cuadro que Varveri, claro, logra terminar de pintar en dos horas, durante las cuales Tocate Mil despliega todo su armamento para apoderarse de los corazones heridos que ronden por el lugar.
El patio interno del centro cultural se puebla de seres que esperan la llegada del rock de la mano de tres bandas que se presentarán después de un día interminable. En la puerta del lugar, el grupo Freak despide a quienes deciden dar fin a la maratón con imágenes de colores estridentes proyectadas sobre una pared blanca. Desde un parlante se escucha al cantante de Juana La Loca advirtiendo “este es el camino donde todos buscan algo, yo soy mi destino porque creo en lo que hago”, como un final perfecto para una tarde en la que, a la par de la convivencia, fue posible creer que quizás lo mejor de la liberación llegó.

Figurones: http://figublog.blogspot.com/
Un Kibutz: http://unkibutz.blogspot.com/
Tocate Mil: http://tocatemil.blogspot.com/
Grupo La Grieta: http://www.lagrieta.org.ar/
Corazones de Bullys: http://www.corazonesdebully.com.ar/
Grupo Freak:
www.cinefreakshow.com.ar

lunes, 31 de agosto de 2009

Felicidades


Quería disfrutar con los ojos cerrados, sentir uno por uno los segundos y sonreír ante la paz que le provocaba cada roce cálido sobre su piel. Por fin, la simpleza la abrazaba y, entre tanta marea, asomaba la luz...

Fotografía de Eduardo Sánchez Iturbe

miércoles, 26 de agosto de 2009

Señor Tomate y Los Álamos


El lunes es un día atípico para ver bandas. Aunque sea feriado, es como verlas un domingo. Sin embargo, Los Álamos y Señor Tomate se las ingeniaron para, durante más de dos horas, sacudir el cuerpo de los inquietos.


Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (www.flickr.com/danpeople)


Durante las dos horas de espera, el centenar de seres que se acercó hasta el Centro Cultural Islas Malvinas de La Plata se humedece agolpado en el patio interno del lugar. El calor humano deja de ser una posibilidad y la sala en la que se realizarán los shows de Señor Tomate y de Los Álamos se transforma en la meca.
Recién cerca de las diez de la noche, las puertas se abren, dejando al descubierto a un salón vacío, que, por la carencia de las habituales sillas, llama la atención. Es inminente la llegada del rock.
Los Álamos se trepan al escenario y, automáticamente, un sonido que tranquilamente podría musicalizar una película de Quentin Tarantino invade el lugar. Con la guitarra electroacústica colgada al hombro, Peter López, el cantante de la banda, rememora la actitud recia de Neil Young, mientras se permite entonar letras en inglés, completando la escena que invita a despegar los pies del suelo.
Los Álamos son un combo perfecto. Se ensamblan y logran que esos sonidos propios de América del Norte no resulten lejanos para los oídos argentinizados. Aunque el lugar parece reducido para la cantidad de gente, alguna que otra pareja intenta bailar algo parecido a un cuarteto tomándose de las manos. Mientras tanto, la banda suena en su mayor potencia posible, aunque sin aturdir, envolviendo al público en un trayecto que por momentos parece lisérgico.
Jonah Schwartz, el extranjero de Los Álamos, casi todo el tiempo toca la mandolina como si se tratase de una guitarra eléctrica en pleno solo. Cuando se apodera de una armónica, resulta claro que la manera de interpretar los instrumentos es una cuestión de actitud: para ser rocker hay que sacudirse.
El recorrido a través del sonido de Los Álamos es coherente. El orden de las canciones parece ser estudiado meticulosamente, buscar que el clima se caldee poco a poco, de la mano del sonido que trascurre in crescendo hasta concluir con el cantante revolcándose en suelo del escenario, mientras la banda ejecuta los últimos golpes sobre su presa, hasta por fin terminar de asesinarla.
Después de una hora de show, y del bis obligatorio, la espera vuelve a rondar por el lugar, aunque ésta vez sólo dura quince minutos. Poli, la cantante de Señor Tomate, aparece en escena escondida bajo un sombrero de lana de llama.
Las imágenes de ambulancias, enfermeros deformes y pastillas que adornan al escenario presagian el ambiente que crean los Tomates durante su hora de espectáculo: las canciones plagadas de letras afectadas psiquiátricamente parecen un juego digno de ser festejado con el cuerpo como en un rito liberador.
“Nos gusta bailar lentos, por eso hacemos estas canciones”. Después de invitar al público a moverse, la frontwoman de la banda ironiza acerca del tono depresivo que acecha constantemente a sus melodías, para luego volver a cantar sin temor a parecer desafinada.
A diferencia de Los Álamos que no dejaban ningún hueco de silencio en sus interpretaciones, Señor Tomate sortea los baches que el sonido de dudosa calidad y sus propias composiciones le ubican en el camino. Como si las pequeñas imperfecciones fueran imperceptibles, la gente no deja de sacudirse pegada al escenario, dando a entender que esa fiesta de lunes es un regalo imposible de rechazar.
“Si el tiempo es tirano y el mundo que te calcina, saquémonos el peso pesado por ir a contramano”, corea el público, al tiempo que mueve los brazos y se dispone a dar saltos de alegría mientras Poli canta “nací para ser así, creo que está bien que me veas así, tal cual soy”.
Cuando Señor Tomate se despide, todo parece volver a la normalidad rápidamente. La gente se retira del lugar casi de inmediato, dejando otra vez a la ciudad desierta, como en cualquier lunes ordinario, quizás intentando llevarse consigo la catarsis, con forma de emoción suicida y de sobreexcitación lisérgica, que experimentó durante esta noche.

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Pollerapantalón en La Casa del Pueblo


El sábado pasado, la banda de ska, funk y punk que suele musicalizar las esquinas cercanas a Perú y Avenida de Mayo todas las tardes viajó a La Plata para compartir escenario con Mansa Locura y dejar moviendo la patita a más de 300 cuerpos pegoteados.


Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (
www.flickr.com/danpeople)


La Plata, agosto 25 (Agencia NAN 2009).- Cerca de 300 cuerpos se amontonan en La Casa del Pueblo. Bailan al compás, dando pequeños saltitos; y a través de la transpiración que hace que el ambiente se torne denso, se transmiten calor. Sobre el escenario, Mansa Locura, la banda platense que fusiona cumbia, reggae y ska, los entretiene mientras esperan a que Pollerapantalón empiece su show. A medida que la noche del sábado avanza, el clima se caldea. La gente se abraza entre completos desconocidos, mientras festeja el carnaval que se armó en esa casa antigua de La Plata luego de que Martín, el cantante de Mansa Locura, se parara arriba de un parlante y repartiera papel picado entre los asistentes para después rociarlos con nieve artificial.
En trance, una chica juega a los indiecitos con su amiga. Se tapan la boca, emiten un grito entrecortado y bailan en círculos, mientras la banda toca “Sistema”, una cumbia fusionada con un carnavalito norteño. Segundos después, Selene, la única mujer del grupo, deja su flauta traversa a un costado y se une al público para saltar desaforada. Cuando interpretan una versión de “Señor Cobranza”, la gente se amontona contra el escenario y corea las estrofas de la canción que Bersuit Vergarabat popularizó, para terminar cantando al mayor volumen posible, como en un acto de comunión: “Son los gritos del latino”.
La música de Manu Chao suena fuerte. Mansa Locura se despide casi a las corridas, como si el tiempo apremiara. La gente se empuja en los pasillos de la casa, intentando llegar hasta la barra. Los cuerpos sudorosos se abren paso entre la multitud y procuran airearse en el patio interno del lugar. Desde ahí, la música se escucha a un volumen bajo, pero nada impide que la danza continúe. Algunos gambetean al calor. Juegan a formar una comparsa dentro del salón y, de paso, reservan una ubicación para ver de cerca a Pollerapantalón. En el escenario, unos chicos toman cerveza y sonríen mientras los sonidistas ordenan los instrumentos y los afinan.
La hora de espera no provoca altibajos. Como si fuese algo habitual, la gente sigue el festejo entre cervezas, humos dulces y vinos que fueron ingresados como contrabando en mochilas preparadas para la ocasión. Aunque la banda recién asoma sus narices en el escenario a las 4.30 de la mañana, nadie se desespera. Ni siquiera advierten la presencia de los músicos. Todo cambia cuando tres saxos empiezan a sonar.
Como si un viento fuerte arrasara con todo desde el fondo del salón, la gente se apretuja contra el escenario e, inmediatamente, empieza a sacudirse. El pogo llega con velocidad y a partir de entonces una marea de cuerpos se mueve con constancia, logrando que uno de los parlantes amenace todo el tiempo con caerse. Un hombre se para arriba de una caja de sonido, el salón se oscurece y él, con un tubo de luces fluorescentes que hace pensar en las espadas de Star Wars, hace malabares. El público lo aplaude, pero luego deja de prestarle atención para seguir ahuyentando males moviendo la cabeza al ritmo de la música.
El ska mezclado con funk y punk de Pollerapantalón es preciso. Suenan a relojito suizo, no existen las imperfecciones ni tampoco las distracciones. Sin embargo, las tres chicas que pilotean la nave se divierten, se les nota. Bailan entre ellas, juegan con sus compañeros e incluso se hacen chistes a través de mímicas. Después, mojan sus labios y los saxos vuelven a tomar protagonismo. Quizás acostumbrados a atraer la atención del público en cada segundo por sus tocatas semanales en las calles porteñas --se los puede ver todas las tardes en las esquinas aledañas a Perú y Avenida de Mayo--, los Pollerapantalón hipnotizan.
Cuando empieza a sonar “El velero de Rubén”, Melina, la dueña del saxo tenor, pide que los acompañen cantando “andando por el mar, velero”. La gente agradece elevando los meñiques al cielo la posibilidad de participar de la canción con los coros. Es que la mayoría de las interpretaciones son solamente instrumentales. De a ratos, las chicas se miran y se arengan entre ellas, con gritos y meneos de caderas. La banda sólo se detiene para promocionar su último disco, Con la música a otra parte, e invitar a la gente a comprarlo en la barra improvisada que se montó en el hall de entrada de la casona platense. Después, ametrallan otra vez con los saxos en mano, como intentando dejar a un público extasiado después de tanto baile con forma de empujón.
“Vamos a quedar hechos pelusas”, anuncia Drean, otra de las saxofonistas. La gente aplaude y se prepara para dar pasos a los saltos en honor al ska. Juani imita el movimiento que realiza el público, enmadejado a pocos metros del escenario, mientras mira su guitarra con gesto de aprobación. Minutos después, se despiden sin bises y otra vez, la marea de cuerpos busca un poco de aire en los pasillos de La Casa del Pueblo. Pegoteados por el calor y el apretuje constante al que fueron sometidos durante casi una hora, se ventilan mientras, como si sufrieran un tic nervioso producto del paso de Pollerapantalón, de a ratos sacuden una pierna al compás de Ska-P. Es que la fiesta aún no termina y perder el ritmo podría resultar letal.

martes, 25 de agosto de 2009

Nacimiento


Ante el mundo y con orgullo, lucía su primer brote. Le encantaba admirarlo. Sabía que lo mejor estaba por suceder…

Fotografía de Eduardo Sánchez Iturbe

viernes, 14 de agosto de 2009

Figurones: cómo sopapear cabezas


Dar los nombres de los miembros de este colectivo de intervenciones urbanas es accesorio: sus obras comúnmente no llevan firmas individuales. Además, como el grupo es dinámico, “trasciende a las personas y puede participar gente nueva”, se torna innecesario. Su obra es colectiva, “perecedera”, divertida y está plagada de guiños que provienen del lenguaje popular. “Tenemos esa cosa de la figurita en grande, de lo lúdico, de la deformación”, le explicó a Agencia NAN uno de los artistas y publicistas, antes de entrevistarse con ¡Susana Giménez!

Por Carolina Sánchez Iturbe
Fotografía de Daniel Ayala (http://www.flickr.com/danpeople)

La Plata, agosto 14 (Agencia NAN 2009).- No ser individualmente, que ni siquiera se mencionen sus nombres, que cuatro personas trabajen para una sola cosa y viceversa. Eso buscan, eso piden, eso son los Figurones. Lejos de ser un juntadero de artistas que se encuentra para hacer pegatinas en las calles de La Plata, los cuatro hombres que lo conforman van más allá y se organizan como un colectivo de intervenciones urbanas. De ese modo, juran permitir que el grupo sea dinámico, que trascienda a las personas y que pueda participar gente nueva “porque no se discrimina a nadie”.
La idea de colectividad toma cuerpo en el estudio con apariencia de loft donde cada tarde se encuentran y trabajan. Mientras uno prepara hojas para cortar, otro espera para pintar y dos diseccionan radiografías con trinchetas. “La onda es que todos toquemos los figurones: uno empieza dibujando una imagen, después otro le pone color y otro las letras”. Ninguna de sus obras, claro, lleva firma. “No queremos que Figurones tenga una personalidad definida en cuanto a la factura de cada uno de los tipos que está en el colectivo, que éste sea el figurón que yo armé, que es mío”, agrega uno de los artistas sin nombre.
Como si se tratara de una regla simple, sostienen convencidos que la suya es la manera más sencilla para trabajar en un ambiente hostil. “La Plata no tiene ámbitos comerciales loables para los artistas plásticos, artistas como el pintor Carlos Pacheco, que murió el otro día, siempre fueron unos crotos, laburantes de toda la vida. Por eso, cuanta más gente hay laburando, más fácil es hacer las cosas”.
El surgimiento de los Figurones roza la casualidad. En 2005, uno de los fundadores montó una muestra y, para invitar al evento, decidió empapelar la ciudad. “Después se nos ocurrió utilizar la calle como soporte, salir de los lugares caretas --galerías, museos y demás-- y, más tarde, encontramos la posibilidad de jugar a la empresa de publicidad”, señala el responsable de la primer intervención. Si es difícil que el arte plástico sea redituable, más complicado es que el arte urbano otorgue ganancias. Es por eso que los Figurones venden campañas publicitarias a empresas que utilizan mensajes novedosos, como Sprite, pero siempre haciendo difusión a través de los espacios públicos.
En la calle, donde está “el espectador que no se predispone para ver la obra”, el que se sorprende cuando la encuentra porque no la espera, fue precisamente donde nació la idea de realizar campañas publicitarias. Es que la relación con quien interactúa con el arte urbano es diferente a todas las demás y, aunque pueda parecer llamativo, por momentos goza de mayor recepción. “Notamos que quienes observaban los figurones cumplían con todos los términos de miradas. Por ejemplo, la gente iba a lugares siguiendo las consignas de los figurones y si la obra decía llegue y escupa, había personas que llegaban y escupían”.
Más allá de esa relación con fines publicitarios que los Figurones tienen con su público, aseguran que su objetivo es “sopapear cabezas”. Así es como sus obras suelen estar teñidas por elementos humorísticos. No podría ser de otra manera. En el estudio, las bromas son continúas aunque, como en un perfecto ensamble, esos cuatro hombres nunca pierden de vista la producción. Mientras cortan radiografías, pintan afiches con aerosoles fluorescentes o pegan papeles, se ríen de ellos mismos. “Todo el tiempo es una joda. Es que lo hacemos porque nos gusta, porque la profesión es divertida y porque la pasamos bien“.
Ese clima que se genera mientras los Figurones trabajan forma parte de la esencia misma de su obra: “Nosotros tenemos esa cosa de la figurita en grande, de lo lúdico, de la deformación”. De ese modo, las imágenes que producen no sólo son divertidas, si no que además, cuando “atacan la calle”, están plagadas de guiños que provienen del lenguaje popular. Así, el último lanzamiento del grupo estuvo constituido por unas calcomanías con las que realizaban intervenciones, por ejemplo, en los mingitorios de los baños públicos y en las que se veía “a un perro salchicha sonriendo y que decía Figurones advierte: más de tres sacudidas es paja”.
Otra de las características fundamentales de las obras de Figurones es su carácter efímero. Lejos de sentimentalismos, el colectivo piensa como algo natural que sus trabajos sean perecederos. Deben ser así, por un lado por el espíritu mismo de la producción artística y, por otro, porque los materiales que utilizan también tienen sus limitaciones. “El arte urbano invade un espacio, y la invasión tiene que ver con lo que no está permitido”; es esa prohibición la misma que hace imposible la durabilidad en el tiempo. “Por más que nosotros nos cuidamos, no pegamos en lugares que perjudiquen a terceros, porque queremos que el trabajo se siga viendo y que dure la mayor cantidad de tiempo posible, sabemos que el papel tiene una vida útil”.
A pesar de que ninguna de sus obras pueda permanecer más que algunos meses en la calle --esa galería virtual que los Figurones elijen para exponer--, ellos trabajan sin prisa pero sin pausa para producirlas. De acuerdo a una de sus definiciones acerca del arte, “el artista plástico es el que produce todo el tiempo, es el creativo”. Entonces, son auténticos artistas. Ni siquiera cuando se los entrevista la actividad frena en el estudio. No parar nunca, crear constantemente, ésa es la idea.
Aún con el clima de exaltación extrema que los invade desde que se enteraron que el próximo 16 de agosto estarán sentados en el living del programa de Susana Giménez, los Figurones trabajan como hormiguitas, moviéndose como en trance de danza por el taller y alternando las tareas con la libertad de acomodarlas de acuerdo a las ganas de cada uno, a la espera de la próxima intervención en la que, nuevamente, escupirán mensajes plagados de humoradas para todo aquel que los quiera ver.

http://www.agencianan.com.ar/

Y sí seguís explorando? (si total, no nos vamos a dormir...)

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